Diario de León

TRIBUNA

La vida según el mundo, ¿es el ideal?

Publicado por
Antonio de Pedro Marquina
León

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P ara muchos eso parece. Pero, todos sabemos que cada uno disfruta o padece, aquí, en este mundo, las consecuencias de su modo de proceder en la vida y aunque se consigan metas ambiciosas de poder, riquezas, o éxitos, terminan siempre esclavizando y todo acaba en la muerte natural, que no es la nada. Porque la nada no existe, no tiene sustancia, ni principio ni fin. Como diría P.S. “nada es nada”.

Nadie debería ignorar que el ser humano es inmortal, por espiritual y porque Dios así lo ha querido y se vive según el mundo, o según Dios. Solo hay dos formas de vivir la vida, o se vive vida natural, o sobrenatural. La natural, por efímera y temporal, termina con la muerte. La sobrenatural, por espiritual y trascendente, es la propia de la vida cristiana, si no se está en pecado.

En este mundo nuestro, sin luces, sin modelos, con falsos valores, es fácil tropezar. Lo bueno será ser prudentes, dejarse guiar para alcanzar el objetivo último que nos aconseja la buena conciencia, y la Revelación de Dios, con la Redención de Jesucristo, que libera a todos del lastre del pecado original, y cuyo destino último es, el cielo. El drama de un cristiano comienza, cuando no ve a Cristo en su vida; cuando la tibieza, el pecado, o la soberbia nubla su horizonte; cuando, se vive como si no estuviera Jesús junto a nosotros, como si no hubiera resucitado (Fernández Carvajal).

Pienso que hay que enseñar, no solo a tener más conocimientos sino enseñar a vivir, a vivir empeñados en servir a los demás, a pedir perdón si te equivocas o hieres aún sin quererlo. Para vivir así, hay que conseguir lo que muchos escritores cristianos llaman, “vida interior”.

Vida interior quiere decir que, en la mente, en las ideas, en la memoria, en la imaginación, en los afectos, en el corazón vive el Señor Jesús; que, junto a la vida biológica, hay otra vida mejor, que es la vida de Cristo. Esta vida de Cristo se puede tener sin encerrarse en un convento, sin hacerse cura, simplemente con hacerse contemplativos en la vida ordinaria, en el trabajo, en la familia, en el ruido callejero, en el campo, en medio dela naturaleza creada. Se puede tener presencia de Dios en medio de los afanes nobles de cualquier situación, como en el barullo familiar de los hijos.

No nos extrañemos que esta forma de vivir sea cada vez más difícil, porque vivimos en un mundo que parece alejarse cada vez más de Dios, que busca como fin el bienestar material despreciando los bienes espirituales que le son propios, a lo que se suma el mal ejemplo de algunos cristianos y el descuido de la educación religiosa en los planes gubernamentales, cuyo resultado es la ignorancia que nos hace vulnerables ante el enemigo. Pero no hay que desfallecer, la luz de la fe nos permite juzgar rectamente de todas las cosas. Bastará con sembrar la buena semilla, que como es de Dios, Él la hará crecer, aunque los demás no lo noten.

Saber que Dios nos quiere, nos hará fácil sonreír siempre, pensar siempre bien, de los demás; aprender a superar el propio egoísmo con su ayuda. Por eso debo esforzarme, luchar para vencer mis debilidades, y poder ofrecer a los que más quiero, una imagen de mí mismo que les pueda ser útil, además de amable.

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