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Publicado por
Máximo Soto Calvo asociación pro identidad leonesa
León

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C uando el mes de diciembre parecía arrastrar sus últimos días, y entre ellos el de los inocentes, con el sabor agridulce de lo pasado allá se va, me refiero al año del milenio del Fuero, me encaré con la mejor de las disposiciones ante el busto del que fue nuestro rey leonés, con buena intención apodado de los buenos fueros, Alfonso V. Debo añadir que fue virtualmente, dado que la imagen llegaba a mi vista mediante la pantalla del ordenador. Los millones de píxeles le daban un gran verismo que era de agradecer.

Tomada la fotografía de medio perfil se podía contemplar el ceñudo gesto del monarca, elaborado en piedra artificial según han dicho, un busto de escasa base, que han realzado mediante una peana acorde en material, en dimensión y puede que en corta prestancia, si hacemos abstracción del contenido histórico intrínseco.

He dicho han, aludiendo a los artífices, porque, según pudimos leer en su momento, la autoría se diluía entre el profesorado y el alumnado de la Escuela de Oficios.

Para estar al día de lo que va ocurriendo en nuestra tierra de origen, la distancia física ya no es un impedimento, los medios, con virtualidad periódica, se encargan de ello, mostrándonos imágenes, informando, o contándonos su opinión sobre lo vivido y su consecuencia; lo que se propone, como pretensión; y lo noticioso cierto. Sin olvidar lo difuso de internet, donde hay que manejarse con destreza para saber cazar el bulo, no ya el ceñido a un día, el 28 de diciembre, sino el de todo momento.

Me temo que durante los últimos tiempos, tal vez por la distancia o los desatinos que creo percibir emanando de nuestros políticos, en este caso los gestores municipales, no hago otra cosa que dar quejas, lo que parece ser fácil, pero conlleva penitencia, pues reconcome cuando uno siente el compromiso con lo leonés. Acabado el inciso volvamos al tema.

Desde su pedestal el citado monarca parece observarnos de soslayo a los legionenses, con hueca mirada, no sé si cuando sus treinta y tantos años de vida parecen agotarse o está próximo a ellos; pues, no veo al joven rey en su madura juventud medieval, en el año 1017, momento en el que junto a su esposa se proponía presidir el Concilium al pie de la Catedral, legislando para todo el reino, y también de forma específica para la capital, entonces sede regia. Sus decretos vendrían a componer el llamado Fuero de León.

Hemos podido leer que los trabajos escultóricos fueron dirigidos por el profesor de la sección de cantería y modelación, Juan Antonio Cuenca García, pero no conocemos el dato de quién partió el primer boceto, ni qué rasgos expresivos se pretendían marcar, para ser captados por el observador, en un rostro que puede parecer, sin intención crítica, demasiado «moderno», de barbita bien cuidada.

Aproxima los labios, o dicho de otra manera cierra la boca con decisión, acompañando al gesto meditativo que se advierte en su rostro, adquiriendo el todo fisonómico la expresión de quien está sometido a profunda reflexión interna ante serios acontecimientos.

Que aún hoy, expansivos «Sanchos» castellanos, intrusos, escurrones inquisitivos, anhelan el control de lo leonés, y toleramos. O puede que todo sea una bien deseada interpretación que los más modestos diletantes de nuestra historia queremos encontrar como expresividad regia leonesa perenne.

Por otra parte recordar que la Concejala de Cultura, Margarita Torres, había anunciado algo así cómo una pieza escultórica que dominara el centro de la capital, y fuera «orgullo de todos los leoneses». ¿Ha cumplido?, con la intención sí, y es de agradecer, pero en consonancia con la efeméride requería más.

Como ornato se ha quedado corto, en este caso un busto y un placa explicativa, que de modo personal valoro como algo más que un «detalle», recordando lo prometido para 1988, octavo centenario de las Cortes de Alfonso IX, por Inés Prada, concejala de Cultura en el equipo del señor Amilivia, y, pasado el tiempo, en 2007, se quedó en un puzle simbólico y unas losas alusivas de bronce, todo elaborado por el artista Uriarte, y colocado en plan remodelación en la plaza de las Cortes Leonesas.

Nuestra historia, de hito en hito, no hemos sabido darla a conocer y reflejar monumentalmente, con plenitud y acierto; ni venderla, manejándola como para andar por casa, demasiado preocupados «nuestros» políticos en no incomodar a jefes y dirigentes del ente, grandes celosos de las preeminencias leonesas.