Diario de León
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ernesto escapa
León

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Aunque nuestro folclore provincial canta a la anegada Vegamián como su villa más guapa, ni siquiera don Miguel Cordero del Campillo se opondrá a que Villafranca tome el relevo. Sobre todo ahora, que acaba de ser elegida en un concurso televisivo como la primera de la Comunidad que más reúne. Villafranca es la capital histórica del Bierzo y su villa más hermosa. Durante años presumió de prescindir de actividad balompédica, mientras alardeaba de poetas y agrupaciones sinfónicas, fotógrafos internacionales, historiadores de nota e ilustrados confiteros. Como su nombre indica, nació al amparo del camino jacobeo. El primer burgo se asentó a fines del siglo once en la confluencia del Burbia y el Valcarce.

La iglesia de Santiago es la mejor presentación. Su Puerta del Perdón tiene el privilegio de conceder el jubileo a los peregrinos que por enfermedad no puedan llegar a Compostela. Un apostolado adorna la arquivolta exterior, mientras los capiteles se dedican a los Reyes Magos, primeros peregrinos en seguir el camino de las estrellas. El castillo de los marqueses preside una finca de viñedos y muestra los destrozos de la francesada. Tiene un ala reconstruida a fines del diecinueve. Desde su plazuela, conviene bajar por la calle de la Libertad y llegarse por el Puentecillo hasta la plaza Mayor. En estos parajes se conserva todavía la decimonónica Fuente de la Libertad con su proclama benéfica, que suele pasar inadvertida pero revela otra de las claves de esta villa poliédrica.

Sobre la plaza asoma la empinada iglesia de san Francisco, hasta la que sube una escalinata. Tiene unos pocos restos románicos y luce en su interior un magnífico artesonado mudéjar, además del retablo barroco y algunos enterramientos de nobles; también reposa el escritor Gil y Carrasco, traído en 1988 desde el muro de Berlín, que se levantó sobre su tumba. El ayuntamiento alberga y esconde un teatro decimonónico de solera. Desde la plaza se ve al fondo la Alameda, deslucida por las talas de la grafiosis, con una fuente que procede del monasterio de Carracedo. Antes de llegar al jardín, se impone a la derecha la monumental fachada de san Nicolás el Real.

Al otro lado del jardín, se impone la colegiata, cuyo abad llegó a ser una especie de obispo berciano, con cincuenta parroquias a su cargo. Ahora se ve restaurada, majestuosa y limpia de revocos. Al otro lado del Burbia, el barrio de Tejedores con sus casas colgadas, que el escritor de aquella orilla Antonio Pereira bautizó como la Cábila. La calle del Agua ofrece a su andar templos de Baco que anuncian la cosecha con bandera blanca, solitarias capillas barrocas, aéreos templetes, conventos recoletos, vencidos palacios nobiliarios y recintos de acreditado conciliábulo.

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