TRIBUNA
Carta a un cura de pueblo
N o corren buenos tiempos para las prácticas religiosas. Esta España históricamente católica está olvidando sus tradiciones, sus costumbres y la velocidad de los coches, de los trenes, de los aviones parecen que impiden detener el tiempo, ese tiempo que necesitamos para pensar, para meditar. Tenemos que rescatar aquellos principios que nuestros antepasados tenían o aquellas preguntas que los grandes filósofos se hacían ¿Quién soy? ¿A dónde voy?
Sobre estas tierra que nos vio nacer, sobre el recuerdo de nuestros antepasados que reposan en la paz eterna, sobre este mundo convulso de las nuevas tecnologías, donde ya no tenemos un segundo para olvidar y de aniquilar todo aquello que significa religión. Ahora somos contestarios, nos levantamos contra todo y contra todos. ¿No será que estamos perdiendo nuestros valores sociales, que ya no nos entendemos? Antes en los pueblos había tres ejes sobre los que giraba la vida social: el cura, el maestro y el médico.
Ahora todos por los suelos, bueno al médico todavía lo podemos respetar porque lo necesitamos, aunque no se libra ni de críticas e inclusive de agresiones. Pues parece que es así, ya que al cura de mi pueblo le han declarado persona non grata. En estos tiempos, está de moda las declaraciones de non grato a un rival político.
A Rajoy le declaran non grato en su tierra en Pontevedra, pero están gobernando los de otros partidos. A Inés Arrimadas la declaran non grata en el pueblo que reside y son los independentistas. Pero ahora se declara persona non grata a un cura. Yo no sé por qué. No sé qué gran delito has cometido, Paco, en las tierras del Curueño. En esas tierras cristianizadas y bendecidas por el ermitaño Froilán, por lo santos Justo y Pastor, por San Ramón, por las de San Roque o la Virgen de la Portera o San Bartolo o por las de San Miguel o por las del Cristo. ¡Tan grandes son tus faltas! ¡Ni que fueras el rival político!
Yo pido a todos mesura. Pido a quienes te han apartado de atender a las almas de tu querida tierra rectifiquen tal desagravio. Tú, sacerdote y cura de las almas de una parte del Curueño, vuelvas porque en esta tribulación hay mucha gente que te necesita. Ya sabemos que a lo mejor tienen que volver aquellos misioneros que llegaban a los pueblos algunas veces para amedrentar a los feligreses e infundirles miedo. No queremos esos enviados. Queremos al cura llano, a ese sacerdote que pretende que algún día de la semana o del mes cambiemos el ritmo y pensemos como me ha ido la semana que dejemos por un día nuestros quehaceres materiales y los dediquemos a pensar en ese principio de la eterna duda. Y ahora ¿Qué? Y el día de la fiesta ¿quien dirá la misa? Y en otra efeméride ¿quien será el que nos acompañe? Y habrá que buscar un nuevo cura y llegará quien no nos conoce y no sabe nada de nuestras tradiciones, ni de nuestro pueblo, ni de nuestras fiestas y de nuestras costumbres, o no habrá nadie porque en este oficio estamos escasos. Paco, hay muchos que te recuerdan, hay muchos feligreses que te quieren, hay muchas personas de bien que en el corazón te dicen que vuelvas. Yo pensaba que solo había rivalidad entre los partidos políticos pero mira por donde el cura es un rival. ¿Y tus pecados, Paco? ¿han sido tan graves que hasta los tuyos aceptaron esa declaración de non grato? A esta Iglesia algunas veces cuesta entenderla. Y a los que te declararon persona non grata, me da la sensación que están recogiendo el principio de la laicidad del Estado, difícil de entender en quienes se postulan en la órbita política de la derecha o, al menos, en esa ideología representan el bastón de mando. Mientras tanto, algunos pueblos del Curueño se han quedado huérfanos… sin cura. Desde aquí y, en nombre de la mayoría del pueblo llano, tendrás que regresar a esa tierra del rio Curueño. Contra los que te declararon persona non grata, todos los de esa tierra te declaramos: hijo adoptivo. Cuántas veces habrás dicho lo del Maestro: vino a este mundo y no lo comprendieron.