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León

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Que se presente el alcalde colombino y explique ante la comisión de dónde le vino la idea de aplicarle un gentilicio tan atrevido a esta ciudad; cuál fue la fuente que le influyó. El show del tiempo, acaso, con sus sobremesas sobre el puerto de Las Señales, que comunica Castilla con el principado de Asturias y otras ocurrencias que revuelven a Favila en la sepultura. La información meteorológica, con ese formato de reality a mitad de camino entre el deluxe y el espíritu agresivo del chiringo, pasa ya por ser el mayor reservorio del virus que acosa a la definición del territorio que se extiende sus más quince mil kilómetros cuadrados a rebufo de la cordillera y contra la embestida mesetaria. El que consistió el primer exceso territorial de los señores condes tiene tanta culpa como quien, en su atalaya de poder, responde con un pase al natural que despachen la cecina como patente del Carrión; empiezan por meter a Soria en danza para señalar Payuelos en el mapa y terminan por atribuir al Duero la paternidad del vino de uva prieto picudo. El statusquo domina la propaganda, el mensaje. El cochinillo es de Segovia; el lechazo, castellano; y el mastín, mastín a secas. Los leoneses, pueblerinos frente a las ideas florecientes, urbanas e ilustradas que emanan de sus vecinos del sur. Con el envoltorio de ese caramelo chupado se le exige a Rajoy un desagravio por un quítame allá la cuna que arrolló al parlamentarismo. Pero la vista no pasa del dedo que señala la luna en los manuales de historia que desengañan a los alumnos de 2º de la ESO, con el detalle de que en Islandia ya se convocaba al pueblo a Cortes antes de 1188; qué sutiles. El mismo catecismo que pregunta por la fecha en la que se unieron definitivamente, dice, León y Castilla; a ver si un guaje responde que después del Mundial 82 y tienen que llamar a los padres para sofocar la insurrección en las aulas, con tanta vestidura rasgada este otoño tras conocer que esos catalanes, taimados, adoctrinan a sus infantes contra la unidad del Estado. Tiempos duros para los que no van a gusto en la burra. Podrían comenzar por darle la vuelta al himno; del sin León no hubiera a España a qué es España sin León, en vista de lo poco que pinta. Sin olvidar que las revoluciones identitarias las promueven las élites; y las de León ya están colocadas. Solo es discutible. Abandonado lleva un rato.