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AL DÍA FERMÍN BOCOS
León

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L o nuevo será tan antiguo como lo viejo. Salgan como salgan del atasco en el que están metidos, los partidos secesionistas ni van a renunciar a su objetivo ni actuarán con lealtad a la Constitución. En el mejor de los casos, el Govern que puedan formar tras dejar atrás el lastre que supone el huido Puidemont volverá a las andadas. El proceso de desafección de una parte de los catalanes respecto de cuanto significa España en el orden cultural, histórico y político ha cuajado. Es el resultado de un proyecto de ingeniería social desarrollada a través de la escuela y la televisión. Para progresar hay que ir contra alguien y ése «alguien», en el núcleo de la ideología separatista, es cuanto significa España y lo español. Empezando por el idioma. Preferir el uso del español bajo la excusa de que el catalán corría peligro de extinción llevó a la inmersión lingüística. Pero en los colegios e institutos públicos no había manera de estudiar «en español» y su aprendizaje se reducía a una materia más, como la aritmética o el inglés.

El paso siguiente fue la revisión de textos. La Historia diseñada para otorgar fundamento con carácter retrospectivo a los mitos del nacionalismo. Así nacieron cumbres de la manipulación como el relato falsario de la Guerra de Sucesión (un conflicto dinástico entre Borbones y Habsburgos) transformada en guerra de «secesión». Quiero decir con todo esto que, mientras Jordi Pujol era la muleta en la que se apoyaban en Madrid el PSOE o el PP, la cizaña ideológica sembrada durante una generación fue creciendo hasta convertirse en sabana. Son muchos los jóvenes que viven en Cataluña que han sido reclutados intelectualmente para rechazar cuanto significa España.

No será tarea fácil convencerlos de que han sido manipulados. Que no ha sido «España» quien ha robado a Cataluña. Que basta con repasar las crónicas de tribunales para saber que han sido políticos catalanes, «sus políticos» (caso Palau de la Música, Pallerols, los Pujol, etc.), quienes han estado robando y les han estado engañando. Que el prófugo Puigdemont haya decidido abrir casa en Waterloo (Bélgica) no debería crear el espejismo de que el «procés» separatista está derrotado. Será tarea de años convencer a quienes les votan de que han sido manipulados y utilizados. De muchos años.