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EL CORRO PEDRO VICENTE
León

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E l almuerzo compartido ayer por la cúpula nacional del PP, con Mariano Rajoy a la cabeza, y los barones territoriales del partido ha permitido visualizar la bicefalia existente en Castilla y León tras las primarias celebradas el pasado mes de abril. La entente fácilmente alcanzada entre el presidente de la Junta, Juan Vicente Herrera, y su sucesor al frente del partido, Alfonso Fernández Mañueco, disipó los nubarrones que algunos presagiaban alrededor de esa dualidad.

Herrera y Mañueco marcaron sin mayores roces sus respectivos territorios, reservándose el primero plena autonomía respecto al gobierno que preside y el segundo la suya como nuevo jefe del partido y presidente del grupo parlamentario popular en las Cortes. La coexistencia no ha presentado ningún problema (al menos que haya trascendido) hasta que las elecciones catalanas han sacudido bruscamente el tablero de la política española. Antes del llamado ‘efecto Arrimadas’, el virtual candidato del PP a presidir la Junta en las elecciones autonómicas de 2019 podía aguardar pacientemente a que Herrera agotara su mandato, si es que ese era su propósito, tal como anunció al ser relevado de la presidencia del partido.

Pero tras los comicios catalanes y el espectacular trasvase de voto desde el PP a Ciudadanos apuntado por todas las encuestas, el panorama ha cambiado sustancialmente. Mañueco necesita frenar el súbito ascenso del partido naranja y nada mejor para ello que ser investido cuanto antes presidente de la Junta, lo que le proporcionaría una impagable plataforma política para impulsar su posterior candidatura frente a su crecido rival electoral. De paso, también le permitiría soltar lastre político, pudiendo sustituir a consejeros políticamente tan abrasados como el de Sanidad por sabia nueva sin el desgaste que acusa el conjunto del actual gobierno de la Comunidad.

El problema es que para ello Herrera tiene que echarse a un lado y dar por concluida su larga trayectoria —en marzo cumplirá 17 años ininterrumpidos en el cargo— al frente de la Junta. Hay quien asegura que si el candidato del PP hubiera sido Antonio Silván, no habría dudado en dejarle el camino expedito. No habrá ocasión de comprobarlo. Lo que parece inevitable es que si el todavía presidente del gobierno autonómico no deja vía libre a Mañueco, las tensiones internas afloren y la bicefalia deje de ser lo pacífica que hasta ahora ha sido. Los negros nubarrones anteriormente disipados se ciernen ahora sobre ella.

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