Con mucha incertidumbre
A todos nos gusta acertar, incluso a los que no apostamos, porque ganando la verdad es que algo siempre se aprende. En democracia, que es el sistema menos peor de todos los conocidos al menos hasta el momento presente, hay que averiguar lo que quiere el pueblo, que el diccionario define como ‘gente común y sencilla’, para poder suministrárselo. Que se cumpla o no es otra cuestión y va para largo.
Don Francisco de Quevedo, que ahora dicen que era un señor de derechas, además de un clásico y de un cojo que no engañaba más que a las baldosas, descreía que el número se pudiera identificar con la verdad.
Eran otros tiempos, aunque no se puede negar que hicieran época, y ahora lo que piden los empresarios en Cataluña es que haya un Gobierno inmediato.
Sea bueno o malo, a estas alturas ya casi de lo mismo, porque lo cierto es que no puede ser peor que su propia ausencia, mientras las llamadas patronales avisan de que hay un grave parón de las inversiones y los votantes del PSOE descreen en el proyecto de su propio partido y prefieren los planes de futuro de Ciudadanos.
Incluso los que estamos más adormilados y más aburridos debemos tener los ojos abiertos, porque en España van a pasar cosas y las queremos ver para comprobar que no todas se quedan.
Una gran mayoría, que aún no sabemos si es tan inmensa como dicen, prefiere los planes de futuro de Ciudadanos, ya que la caída de votos de Podemos no ha hecho crecer a los socialistas.
Lo peor de los trasvases es no saber dónde desembocan las aguas revueltas. Albert Rivera le está ganando por puntos a Pedro Sánchez, pero no acierta a noquearlo.
El tiempo que falta para las elecciones puede arrinconar a Mariano Rajoy, pero nadie sabe el contenido del futuro y lo único que aumenta es la incertidumbre.
Instalarse en ella equivale a no llegar a ninguna parte, pero esa es la mejor guarida, o por lo menos la más cómoda, para poder esperar acontecimientos. A pesar de que éstos no siempre acontecen o tardan demasiado en acontecer.