Diario de León
Publicado por
javier tomé
León

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Echando un vistazo a las cosas de casa, todo el mundo parece estar de acuerdo en la imposición del nombre de José Antonio Alonso, un hombre tallado en madera noble y que ocupa un lugar de privilegio en los anales de la decencia personal, a la glorieta principal de la barriada obrera y ferroviaria del Crucero. Un enclave de constantes ires y venires que formaba parte de los rituales domésticos y cotidianos de aquel buen amigo que, un poco más por obligación que por devoción, llegaría a ocupar los más altos cargos políticos. En León, una capital cincelada en su zona monumental por piedras que tienen el color de la eternidad, cada esquina guarda una anécdota; y cada calle, una historia. A partir de ahora, tan ajetreada glorieta preservará la memoria de Toño, entre cuya impresionante hoja de servicios se cuenta el haber creado su propia leyenda personal. Las calles son el teatro de la ciudad, y cada pueblo tiene sin duda el callejero que se merece, así que dice mucho sobre el personaje en cuestión, y sin tener cuenta las banderías ideológicas de unos y otros, la unanimidad en reconocer sus méritos.

Y eso por no hablar de su encanto en las distancias cortas, o la positividad que siempre caracterizó sus actuaciones públicas. Con Toño y otros colegas como Richard o Santi Jiménez quedábamos en La Oficina, el bar de Germán y ahora de su hijo Vicente, para tomar hechuras a la vida, siempre analizada desde la óptica progresista tan propia de aquellos tiempos que evolucionaron desde los estertores del franquismo a la transición democrática, ahora denostada por espabilados que evidentemente no vivieron unos años de pacto y concordia entre enemigos aparentemente irreconciliables. Y ahí estaba Toño Alonso, envuelto en un halo de empatía y buen rollo. Un tipo memorable que iba para juez y cuya primera esposa era una chica de mi barrio. Una devastadora enfermedad le llevaría a formar parte del álbum de ausencias, aunque su recuerdo permanecerá para siempre entre los que fuimos sus amigos y también en uno de los paisajes urbanos más notorios del otro lado del Bernesga.

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