Diario de León

AL TRASLUZ

Fue humor mientras duró

León

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Forges estuvo en León, al menos un par de veces. En una de ellas, en 2013, le entrevistó para este periódico Carmen Tapia. Participaba en un congreso de bioética y expresó reflexiones muy interesantes sobre el derecho a un adiós digno. «Mi buena muerte es poder decir me voy», proclamaba en el titular. Ojalá la haya tenido.

Dibujó muchas viñetas con don Quijote y Sancho como protagonistas; una muestra de las mejores ha podido verse en Valladolid, organizada por el Instituto Quevedo del Humor, del que era motor. El absurdo entrañable fue uno de sus registros más genuinos. En la entrevista dijo: «Cuando uno de estos listos que se llama periodista suelta una burrada y la persona aludida se defiende enseguida dicen que se está conculcando su libertad de expresión. Cállese usted y entérese primero de lo que está hablando». En días pasados, un rapero ha sido condenado a prisión por 87 frases violentas y ofensivas. La rebeldía no es eso. Sí lo es la de Santiago Sierra, cuya obra fue retirada en Arco, con torpe criterio. No me gusta lo que hace, pero lo respeto. Renunció a los 30.000 euros del Premio de las Artes, para que no le restase libertad crítica. Ahora, la pieza ya ha sido vendida por 80.000 euros, porque no todos los absurdos son entrañables. En cambio, el rapero ametrallaba con exabruptos iracundos: «Mutilaré a Cospedal» o «Un atentado contra Montoro otro logro para nosotros…» ¿Y si un fan le hace caso?

En mi adolescencia tuve una versión forgiana de Caperucita Roja, en la que había un gag que no paré de repetir en casa, tal mantra de crío con siroco: «hola, soy el lobo blue del bosque proceloso». En ese saludo descubrí fascinado que no todo el mundo adulto era rollo patatero.

Días antes de morir, Cervantes escribió estas palabras para el prólogo del Persiles, según Andrés Trapiello el mejor texto —dos páginas— de la literatura española: «Adiós, gracias. Adiós, donaires. Adiós regocijados amigos; que yo me voy muriendo, y deseando veros presto contentos en la otra vida!» Forges se despidió a la cervantina, y en su última viñeta proclamó bajo la rúbrica: «Os quiero, afirmo». Era mutuo. Estuvo aquí, en la vida. Lo suyo con nosotros fue humor mientras duró. Y lo seguirá siendo.

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