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León

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La Junta Revolucionaria Local prepara la celebración del décimo aniversario del triunfo sobre el ejército faccioso. Será en abril. Este año, 1949, se dará especial relevancia a las recientes transformaciones de Checoslovaquia y Hungría, donde las tropas de la madre rusa han doblegado a quienes se resistían a ser liberados. Aquí finalmente se acabó el peligro de que la construcción de una fábrica de automóviles atrajese a la ciudad a campesinos contaminados aún por ideas retrógradas. Se hará en Valladolid, porque un dirigente gubernamental es amigo de su alcalde y allí tendrán que esforzarse para no retroceder en el camino del pueblo libre... hacia el ¡pensamiento único!.

¡Qué bonito habría sido! Con su Consejo de la Verdad. Quizá ni Orwell ni Kafka hubieran sido capaces de recrear hasta dónde somos capaces de llegar los españoles cuando nos ponemos a odiar al vecino... O a intentar imponerle nuestras verdades. Lo de este renacer de la censura no debería sorprendernos, porque en estas tierras nunca le han faltado los partidarios.

La libertad, incluida la de expresión, debe ser máxima. La censura es una aberración que hay que combatir a diario. No solo la de los poderes e instituciones. También la de quienes buscan imponerla, a veces desde las cloacas de las redes o el matonismo de esa amenaza más o menos velada a ser quemado en vida en la plaza.

Y después, el Código Penal. Sin miedos. De verdad. A quienes sobrepasan las líneas hay que perseguirlos. Opinar sí. Pero no difamar, ni insultar, ni atacar la intimidad de nadie. Hartan por injustas las sentencias con disculpas de cobardes que prefieren ponerse de lado y dejar indefensa a la víctima.

En democracia toca ‘joderse’ cuando uno escucha o ve lo que no le gusta. El que no sea capaz de aceptarlo supone un peligro para este sistema de libertades y derechos. Y hacen falta armas útiles para defenderse porque no vale todo. Miedo dan los proponen crear consejos de la verdad. Esa que quizá escuchemos aquí no tardando mucho cuando nos toque ver cómo unen sus voces una vez más los nacionalistas —que los hay— y los ultras —escasos pero ruidosos— con que Valladolid nos roba porque se lleva la universidad privada esa a la que le ponen palos en las ruedas sin que haya empezado a andar.

Recuerdo la primera vez que oí en Salamanca lo de que su obispo logró frenar la llegada de la Fasa Renault. Al escucharlo también en Burgos sonreí y me acordé del niño negro nacido tras la despedida de soltera que ha ocurrido en cada ciudad...

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