Diario de León

FUERA DE JUEGO

Herencia de felonía

León

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Carlos I no pasaría hoy la reválida de quienes desaprovechan la oportunidad de mirar al futuro con esa demente obsesión de procesar el pasado a través de las lógicas del presente. Él sí fue rey de Castilla y rey de León, y estrenó una práctica que, por ejemplo, no llegó al Vaticano hasta medio milenio después, la de irse a tiempo para casa.

Conoció a su esposa unos minutos antes de su boda en los Alcázares de Sevilla y quizá su apasionada relación iniciada en Granada fue lo que le animó a ‘amnistiar’ la Alhambra, añadiéndole un palacio en vez de derribarla como sería la costumbre aún vigente cuando toca aniquilar al enemigo. Isabel de Portugal murió joven y estrenó una fenómeno que parece perpetuarse en las vecinas tierras castellanas. Su cadáver fue llevado en un lento peregrinar hasta Granada, donde aún narran el olor que desprendía el féretro al abrirlo para ratificar que era ella.

Pero esto del paseo de cadáveres no era nuevo. Su madre, la reina Juana, ya le había dado unas cuantas vueltas al asunto antes de llevar al hermoso Felipe hacia su destino definitivo. Tras un primer entierro en Burgos puso en marcha una huida a ninguna parte, que sólo acabó cuando vino desde la vecina Aragón el viejo rey Fernando a poner a cada uno en su sitio.

Así se cuenta al menos a grandes trazos lo vivido hace 500 años y lo que hoy rememoramos con esa gira in extremis que realiza el presidente de esta nuestra Comunidad. Herrera, cual mal estudiante, apura la víspera en pleno septiembre para maquillar las estadísticas de sus kilómetros de pueblo en pueblo. El sprint final le llega cuando más grietas exhibe su castillo, con los pilares de toda las autonomías, la sanidad y la educación, convertidos en auténticos caballos de troya que evidencian el languidecer de una era que genera una creciente preocupación en el PP porque no se puede llegar a las elecciones desarbolado. Y menos arrastrando los cadáveres de un gobierno lastrado por perlas, cajas, eólicas... y convertido en taifas de quienes buscan hueco en la nueva era cuando Herrera se anime a cerrar la gira de despedida.

A Carlos I le llevó cuatro años desde que empezó a cansarse hasta que se asentó en Yuste. Por Castilla gusta la palabra felonía y eso sería el dilapidar en vida la herencia para que sean añoradas las victorias de uno.

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