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AL DÍA ANTONIO CASADO
León

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E n la controversia sobre la mal llamada prisión permanente revisable —o lo uno o lo otro—, los defensores de la democracia directa tienen la ocasión perfecta de ser coherentes. Sánchez e Iglesias, tan amigos de usar mucho más los conectores con la militancia que los conectores con los votantes, tal vez no quieran utilizar «en caliente» ese resorte asambleario. O tal vez, como partidarios de suprimir dicha figura penal, desconfíen de que el resultado les fuera favorable.

Ni se les ha pasado por la cabeza consultar a las bases. Un método que si han usado los padres de Diana Quer, Sandra Palo y Mari Luz Cortes, tan alevosamente asesinadas en su día como acaba de serlo el niño Gabriel Cruz. Dos millones y medio de firmas, que pueden ser más si se lo proponen, se presentaron en el Congreso en vísperas del debate del jueves pasado.

Quedaron rechazadas las enmiendas del PP y Ciudadanos contra la proposición de ley del PNV que, apoyada por PSOE y Podemos, pretende suprimir del marco jurídico la figura de la prisión permanente revisable (mal llamada, insisto). El debate fue tan bronco y tan caliente que hizo dudar de que sus señorías, efectivamente, puedan ser capaces de mantener la calma entre las llamas para legislar con racionalidad, sentido común y sintonía con el sentir mayoritario de la gente.

Al rechazarse los citados textos alternativos (PP y Ciudadanos), comienza ahora la normal tramitación de la proposición del PNV (PSOE, Podemos y nacionalistas catalanes la apoyan) con pretensiones derogatorias de la figura implantada hace tres años por la mayoría absoluta del Gobierno Rajoy. Y eso quiere decir que el calentón del jueves se repetirá al menos diez veces, en el Congreso y en el Senado, en pleno y en comisión, si antes no se interrumpe la Legislatura. O sea, que hay debate para rato.

Nuestro sistema no es tan inmaduro como para que criminólogos y legisladores se dejen llevar por ocasionales sentimientos de venganza. No comparto la cautela expresada en ciertos sectores contra «la dañina tentación de legislar en caliente». Y más bien creo que se instrumentaliza con fines cortoplacistas que, esos sí, han sido formulados en caliente por los estados mayores de tal o cual partido político.

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