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Publicado por
Alfonso Fernández Pacios Alcalde de Carucedo
León

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E n su discurso como hijo adoptivo de León, el aplaudido periodista Fernando Onega nos emocionó, ensalzando a toda la provincia y en tres ocasiones alabando a Las Médulas, nuestras famosas Minas de Oro Romanas.

En otra época de nuestra historia, insignes dramaturgos y célebres intelectuales como los que fueron diputados por León, el Sr. Gordón Ordás o el Sr. Ortega y Gasset aportaron consejos y recomendaciones para la convivencia de nuestros abuelos. En los tiempos que corren, algunos ilustrados se atreven a glorificar algunos pueblos de nuestro Bierzo… y postrar a otros. ¡Lo típico de nuestra idiosincrasia!

Todo mundo ve lo bueno y lo malo, pero poca gente aporta soluciones en el terreno, a veces ni siquiera en el papel, aunque si la crítica fácil y a veces humillante. Tal vez tenga razón uno de nuestros mas insignes bercianos, con lo expresado públicamente en una gala de TV en El Oro de Roma, y que todos escuchamos: que, en las altas esferas de nuestra administración autonómica, no quieren a Las Médulas. Pero hay muchos rincones de nuestro paisaje poco queridos, poco atendidos y cada día mas aislados. Otros pueblos, por suerte para ellos, suelen ser visitados a menudo, se ve que son más apreciados, más amados, mejor valorados, se conoce que dan algo más que menú del día y cerveza caliente, …

Lo curioso es, que la mayoría del turismo nos viene a Las Médulas, e incluso, toda la propaganda institucional y privada se apoya en este paraje. Desde escaparates tan fabulosos como Fitur, hasta cualquier folleto de cualquier hotel de la provincia que las menciona y se ampara en ellas. Pero por algún motivo, parece no ser lo apropiado que pernocten o pasen mucho tiempo en este espacio natural y cultural; es preferible por lo visto una visita relámpago, e irse a comer y dormir a otros lares… mejor acondicionados.

Si todo mundo ve la importancia de Las Médulas, ¿porqué no se ha desarrollado un plan especial para este espacio berciano y su entorno? Un Patrimonio de la Humanidad por méritos propios, donde apenas tenemos cobertura telefónica, donde las infraestructuras de que disponen escasamente llegan para sus vecinos, repercutiendo al compartirlas en su propia calidad de vida. Vecinos que tienen que soportar el peso de gran parte del turismo de la comarca y de la provincia. ¿Y a cambio de qué?

A veces, se ven inversiones descomunales en proyectos que no son muy necesarios para nuestros paisanos, a decir de ellos, ¡no son más que caprichos, o para darse notoriedad! Sin embargo, las necesidades básicas de muchos pueblos no se ven cubiertas, y eso se llama fomentar la desigualdad, algo que la misma constitución trata de evitar desde su preámbulo. Y se presume a diario de apoyo y protección del medio rural, de favorecer asentamiento de población en los pueblos, de luchar porque no se nos vayan los jóvenes… ¡Terminan marchándose hasta los mayores, los que nos sostienen hoy en día!

Luego vienen lumbreras dándonos consejos… como dice el tío Alonso en la habitual partida de cartas, ¡Sabemos muy bien donde vivimos, y de lo que carecemos! ¡Lo que falta es dinero, lo que sobran son consejos! Y sobre todo de gente que no conoce la vida cotidiana en el mundo rural.

En un país de listos, o más bien de listillos, parece que los únicos tontos son esos gestores públicos que buscan el bien común y que día a día luchan por su gente, por sus necesidades y bienestar, por ensalzar su terruño… ¡Pobres ilusos!

Es muy fácil poner el dedo en la llaga, echar la culpa a otros. Si el pecado siempre es ajeno, ¿quien se atreve a aceptar esa carga?

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