Guta
G uta es una palabra que ni siquiera sabemos si la pronunciamos bien. La escuchamos decir a diario en los informativos o la leemos en los periódicos, sin prestar quizá la atención que merece. Sabemos que Guta está en Siria pero cuanto pasa allí es una guerra que se ha cronificado y por tanto ya no logra la atención de la opinión pública como al principio.
En Guta están refugiados los islamistas utilizando a los civiles como escudos humanos. En Guta es donde todos los días el presidente Bashar al-Asad manda a sus aviones bombardear.
Todos los días mueren personas en Guta. Hombres, mujeres y niños que se han visto atrapados en medio de los combates entre el régimen de al-Asad y los islamistas. Puede que incluso en Guta, entre la población civil, haya partidarios de los unos y de los otros, pero partidarios o adversarios son civiles, no son combatientes, y por tanto se ven abocados a una muerte segura simplemente porque en ese pueblo estaba su hogar. Una de las consecuencias de esta guerra tan larga es que se va apagando el interés de la opinión pública. La guerra se ha convertido en una noticia de fondo porque no parece tener final.
Las potencias juegan un extraño papel en la zona. Cada potencia defiende sus intereses lo que alarga aún más la guerra pero sobre todo sin afrontar que cada día que pasa se amplia el número de muertos. Guta es ya el símbolo de una contienda que parece no tener fin porque nadie parece tener la suficiente fuerza, o ganas, o vaya usted a saber qué, para lograr que se pare la locura de la guerra. A veces me pregunto qué tal duermen líderes como Bashar-al Asad, Putin, Trump, Merkell, Macrom, etc, etc, etc.. después de ver en televisión esas imágenes desgarradoras de cientos de refugiados que intentan huir de sus casas a otro lugar donde aspiran a que simplemente no les caiga una bomba encima o nadie entre en sus casas disparando un fusil de asalto.
Sí, me pregunto que sentirán estos líderes que tienen en sus manos los hilos del mundo cuando ven asomarse en las pantallas de la televisión los rostros desesperados, sobrecogidos, repletos de miedo de tantas mujeres y niños a los que no solo les están robando el presente y el futuro sino también arrancándoles la vida.
Ojalá Guta sea algo más que una palabra y los lideres políticos decidan que es hora de parar la locura de la guerra.