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Publicado por
LA GAVETA CÉSAR GAVELA
León

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S i la provincia del Bierzo no hubiera desaparecido en 1823, tal vez las cosas nos habrían ido mejor a los bercianos. Y a los valdeorreses, que también formaban parte del distrito. Villafranca tendría ahora unos 25.000 habitantes y sería la capital de provincia más pequeña de España, lo que tiene su gracia. La ciudad se habría expandido por la llanura hasta Vilela e incluso hasta Horta, y habría trepado por la loma de viñas que queda hacia levante. Y por los aledaños de la carretera nacional VI. Corullón sería casi un barrio de la capital, y en la zona llana estarían las delegaciones ministeriales. El típico cuartel que tuvo toda capital de provincia sería hoy un edificio recuperado como sede de la Universidad del Bierzo, que también sería la más pequeña de España.

Ponferrada tendría unos 55.000 habitantes, algo menos que ahora, pero su condición de ciudad histórica, no solo industrial, seguiría patente. A fin de cuentas el legislador de 1820 dudó mucho entre conferir la capitalidad de la provincia a una villa u otra. En todo caso, la decisión inicial se habría mantenido, lo mismo que sucede actualmente en la provincia de Pontevedra, cuya capital es mucho más pequeña que la ciudad de Vigo. Ponferrada sería una especie de pequeño Gijón sin mar, y Villafranca un Oviedo sin Regenta, o acaso con ella, con otra. Y también mucho menor. La diócesis se llamaría Astorga-Villafranca y la ciudad tendría un estimable festival de música, financiado por el ministerio de Cultura.

La Diputación villafranquina habría publicado muchos libros sobre el Bierzo y Valdeorras, también sobre la Cabrera; y se palparía el orgullo general de ser hijos de una provincia tan hermosa y literaria, casi un milagro de 200.000 habitantes que serían lo que sigue siendo el Bierzo: el resumen humano y orográfico de todo el noroeste, el galaico y el asturleonés.

¿Y qué habría sucedido cuando vinieron las autonomías? Pues que muy probablemente unos bercianos habrían querido incorporarse a Galicia como quinta provincia, y que otros habían preferido ser la décima de Castilla y León. También la menos extensa aunque en absoluto la más despoblada, pues la del Bierzo superaría a las de Soria, Segovia, Palencia, Zamora y Ávila. En cuanto a las tensiones separatistas de Valdeorras, se habrían solventado con un micro-estatuto de autonomía comarcal.

Con todo, lo decisivo fue que no habría triunfado la unión con Castilla y León ni con Galicia, sino que se habría logrado la autonomía uniprovincial, como la hermana Rioja, que también es una especie de milagro autonómico. Por ello la gente estaría muy contenta, y aunque seríamos una comunidad liliputiense tendríamos voz y voto en muchos foros, y el Bierzo habría fortalecido su encanto paisajístico, histórico, jacobeo y poético.

Y este cuento no se ha acabado; no queremos que se acabe. Al menos, el cuento.

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