La educación cambia el mundo

C omo cada año, el día 1 de abril celebramos el Día Mundial de la Educación, y como cada año, desde hace ya varios, esta celebración es mas que una fiesta, una lucha. Una lucha por la defensa de un derecho fundamental que nos está siendo arrebatado a base de recortes y faltas de compromiso, un derecho en el que debe prevalecer la opinión de quien nos educa y de quienes se educan y que, sin embargo, cada vez están más alejados de poder asesorar a quienes deciden sobre las necesidades que nuestra enseñanza reclama.

No puede regularse una ley, un proyecto o un pacto sin escuchar las voces de quienes están directamente implicados en esta materia y que no son otros que nuestros docentes, nuestros alumnos, los padres, los psicólogos, los terapeutas, los logopedas, los directores de los centros, los rectores,…, y, en última instancia, los políticos; políticos cuyo trabajo principal debe ser poner en orden las indicaciones de los primeros, que son quienes saben de educar, son quienes lo viven día a día, son quienes lo sufren y son quienes lo disfrutan. Pero hoy en día no es así, desgraciadamente la ley de educación actual se ha convertido en un listado de imposiciones legisladas con una total ausencia de diálogo social y en la que se ha decidido que lo primordial son los resultados y no la forma o la calidad, obviando algo tan fundamental como la inversión, ¿cómo mejorar sin invertir? No se concibe una Ley de Mejora en la que se invierte cero para lograr esa mejora. Para avanzar necesitamos recursos; innovación e inversión han de ir de la mano para primar tanto la calidad como la consecución de los objetivos, de forma conjunta, nunca por caminos diferentes, el clasismo y los talentos son dos conceptos que deben extraditarse de una ley que debe buscar la igualdad en la salida y en la meta, en el proyecto y en su resultado, sólo pensando en personas y mientras esto no sea así, no mejoramos, nos estancamos.

Hoy nuestra enseñanza llora, llora por ser lo que fue, clama por ser protagonista como lo fue en el pasado, grita por estar en primera fila como lo estuvo hace años. Nuestra enseñanza se rompe, se desgarra, se estremece y, ya veis, nadie la escucha.

Señores, edúquense, dialoguen, abran foros y revisen las cifras que asignan a este derecho que es ¡fundamental!, ¡básico! y ¡necesario», no provoquen más fisuras, no coloquen a nuestro país en la cola de la enseñanza, refuercen este derecho, consolídenlo, denle la importancia que se merece porque, no en vano, nuestra España siempre ha tenido por bandera la gran preparación de nuestros jóvenes y su valía, porque, «la educación es el arma más poderosa para cambiar el mundo», no lo olvidemos nunca, la educación es la base de todo: de la igualdad entre personas y de oportunidades, de la no violencia, del respeto, del no al acoso, de la no discriminación, de la inclusión de todo tipo de capacidades, es la base de la infancia, de la adolescencia, de la juventud, en definitiva, es la base de la vida.

En estos tiempos de diversidad, de avance y de progreso, sumerjámonos de lleno en esta área y eduquemos dejándonos a su vez, educar, porque como dijo Benjamín Franklin «Dime y lo olvido, enséñame y lo recuerdo, involúcrame y lo aprendo». Formemos parte. Eduquemos. Cambiemos el mundo.