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Publicado por
javier tomé
León

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Nada tan difícil de describir como los grandes estremecimientos del alma, tal como los acontecidos en torno a la iglesia del Mercado cuando el Viernes de Dolores, una de las más importantes citas anuales de nuestro vivir, se cubrió con un velo de plomiza tristeza y un diluvio de proporciones casi bíblicas que estropeó la gran fiesta religiosa, apretada de rezos, lágrimas y emociones dedicadas a la patrona oficiosa de León. La lluvia mancha los recuerdos y más cuando cayó un manto de Dios, nunca mejor dicho, que restringió la trayectoria del cortejo a un mínimo paseo hasta las Carbajalas y apresurado regreso, ante la desolación de muchísimos fieles incapaces de resignarse a tan adversas condiciones climatológicas, obra de una naturaleza que parecía enfurruñada. Aunque nunca llueve a gusto de todos, en las siguientes citas del ritual semansantero que ya ha cumplido cinco siglos de existencia hubo de todo, igual que en botica. Desde un frío asociado al frente que pintaría el cielo de luto, hasta días radiantes como el Martes Santo capaz de teñir de luminosidad este plató espectacular llamado León.

Buena noticia para los hermanos de la cofradía del Perdón en general, y para mi cuñada Gelines en particular, que recrearon otro año más la ceremonia de liberación del amnistiado recluso. La gloriosa escenificación de los hechos de la Redención, con el pueblo asociado al dolor y la muerte del Señor, constituye el más importante y pujante activo turístico capitalino, con los hoteles locales luciendo el cartel de «completos» durante las fechas centrales de la celebración. En las calles abarrotadas todo se mezclaba: la expectación, la visión del forastero con la del oriundo, el ateo y el creyente, porque a nadie deja indiferente esta forma maravillosa de entender la vida que nos lleva al reencuentro con el legado cultural dejado por aquellos creyentes que nos precedieron. Porque la historia de Jesucristo emborronada por las peripecias humanas alimenta nuestra vida espiritual y contribuye, a su sentida manera, a configurar y redondear el peculiar carácter leonés.

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