LEÓN EN VERSO
Al oeste, Lugoslavia
El primer diputado por Tabarnia no va a llegar al Congreso de los Diputados en la próxima legislatura; era previsible. El Estado no está para lujos; y menos para dejar que las flores crecieran más que el tallo y, al final, tener que deforestar el bosque que al final no iba a dejar ver los árboles. El estado pone coto al manantial; pero el torrente de la costa noreste de la península logró abrirse paso por mitad de la ordenación del territorio que emanó del régimen del 78 como una parábola, y empapar terrenos estériles, donde el interés del bipartidismo no ha dejado crecer ni un clavel fuera de los jardines subvencionados durante los últimos cuarenta años. Tabarnia se vende en el mercado de las ideas como abono para un lugar llamado desierto, para alentar el pulso dialéctico, para despertar la inquietud perdida por pastar fuera del rebaño. No hace falta llegar al extremo de los versos sueltos, los fulanito de tal y los menda lerenda que se arrancan con tientos de dudoso resultado ante la autoridad competente. Al primer congreso sobre denominaciones territoriales futuras deberían invitar a algún leonés indígena; que se explaye y exponga su experiencia y frustraciones ante el revés que supone te llamen de todo menos lo que eres según la brújula y el documento del registro civil, que da fe. Se barrunta una catarsis territorial que macera en las bodegas del Titanic; no alcanzan a aventar, o no quieren, las encuestas que ya profetizan el nuevo orden. Dicen que no van a quedar en pie ni las señales verticales. Tabarnia abrió la espita. Ya hay comités de expertos (del tono de los que aconsejan al gobierno que grave el consumo de diésel para favorecer los vehículos con enchufe) que remontan sus consejos a la época de Mendizábal con el fin de retomar aquel proyecto frustrado de dar nombre a la tierra que se pisa según los accidentes geográficos. Por ejemplo, Nalón por Asturias; Fisterra por La Coruña. O El Bierzo, como amparo de parte del valle del Sil, que también entró de lleno en aquel tanteo. El asunto tiene enjundia. Y más en este territorio que pocas veces llegó a más que cuando se expandió al oeste del Astura, el río que envolvió de gloria y épica la toponimia. Hoy, si se pudiera elegir, volveríamos a mirar al oeste, al viento dominante; al nordés. A Lugoslavia, otra idea brillante de la factoría del Miño, al que conduce la senda de los Ancares.