Año del Patrimonio Cultural

«Se inician los trámites para declarar Bien de Interés Cultural más de quinientos pendones leoneses”. Leo con satisfacción la noticia, al tratarse de una de nuestras más notables señas de identidad, precisamente el año en que el Parlamento Europeo y el Consejo de la Unión Europea aprobaron declararlo Año Europeo del Patrimonio, bajo este lema tan significativo: “Nuestro Patrimonio: donde el pasado se encuentra con el futuro”. La declaración va más allá del patrimonio estrictamente monumental, aunque sea clave en la apreciación, para referirse a la representación de la riqueza y diversidad de nuestras culturas, con la pretensión no solo de que se conserven, sino de que se potencien. Conservar. Potenciar. Promocionar. Financiar. Cuatro palabras fundamentales que vertebran la actitud y el desafío ante una riqueza que para nada puede considerarse menor, pues, como simple dato, genera en el ámbito de la Unión unos ocho millones de puestos de trabajo.

España tiene un enorme potencial cultural, difícilmente cuantificable por su amplitud y, en múltiples ocasiones, por falta de promoción y financiación, a pesar de que la conciencia sobre tal riqueza crece positiva y progresivamente, de tal forma que el pasado año supuso un notable incremento de visitas a museos, monumentos y manifestaciones culturales de marcado carácter popular. Dicen los expertos que la cultura puede llegar a ser, está siendo uno de los atractivos del mundo rural. Apuntan incluso que prácticamente un setenta por ciento de europeos lo tienen en cuenta a la hora de elegir sus vacaciones. Se observan en León, aunque aún tímidamente, movimientos en este sentido, razón para congratularse porque suponen, como fondo, un reconocimiento a la cultura como uno de nuestros activos más interesantes. Hay que disipar cualquier duda al respecto.

Uno de los mayores inconvenientes para el mantenimiento del Patrimonio Cultural es la despoblación. Sin duda. Pero hay unos vínculos afectivos en los que seguramente se apoyará la pervivencia. Desconozco cómo se puede encajar la importancia que la declaración da a la necesidad de salvaguardarlo para que puedan disfrutarlo las generaciones futuras ya que, además, aseguran que es un recurso imprescindible de futuro como activo turístico que contribuirá a la activación económica. De lo que me caben pocas dudas es que el compromiso es un reto de las Administraciones y de la Ciudadanía. No sería mal camino ir en esta dirección.