El lado oscuro de la universidad
E l lado oscuro de Cristina Cifuentes ha desvelado, a cuantos no estuvieran muy impuestos en el tema, el lado oscuro de la Universidad. De la Rey Juan Carlos, por supuesto, pero también, por extensión, de la universidad española en general, donde el talento, el trabajo y el mérito paciente libran una lucha sorda, permanente y desigual contra el amiguismo, el nepotismo y la intrusión política. A la universidad pública podría ocurrirle lo mismo que a las cajas de ahorro quebradas si, como al parecer ha sucedido en la URJC, es mangoneada por los partidos políticos con mando en plaza. A ésta que según todos los indicios, y bastantes pruebas, expendió un máster a Cifuentes sin la natural contraprestación de matricularse en tiempo y forma, sin asistir a clase, sin examinarse ante tribunal alguno y sin presentar el trabajo preceptivo, no se la conoce en vano, en los ambientes académicos, como la Universidad del PP, pero las modalidades de corrupción al contacto con intereses espúreos y bastardos son variadas. Ahí tenemos sin ir más lejos, próximo en el tiempo, el caso de Iñigo Errejón y su bien remunerado trabajo presencial sin presentarse en la Universidad de Málaga.
Junto al profesorado trabajador, competente y honesto, y al alumnado que hinca los codos y se sacrifica en una edad que lo que pide es comerse el mundo y beberse la vida a tragos, pulula, estorbándoles, un ejército de parásitos y chisgarabís que sólo busca en el ágora del saber satisfacción a sus más burdos intereses personales. Lo que a los estudiosos y decentes les cuesta un mundo, a otros no les cuesta nada. Y ese sindiós nos cuesta a todos los españoles, a España, muchísimo.
El lado oscuro de Cifuentes, completado por su «sostenella y no enmendalla» al ser descubierto el chanchullo presuntamente ejecutado en combinación con autoridades académicas venales, ha desvelado en todo su espesor el lado oscuro de la Universidad. Al PP no parece importarle gran cosa, a juzgar por su atronadora ovación y petición de oreja para Cifuentes en su cónclave sevillano, pero esa metástasis descubierta en el cuerpo de la Universidad es más grave, por trascendente e insoportable, que la enfermedad pasajera del puñetero procés.