cartas al director
c Rosa M.ª Álvarez escribe con el título ‘Bienvenidos a Renfe y Adif’: «Viajo con frecuencia a Ponferrada en el tren Regional Express León-Vigo. Dicho tren la mayoría de las veces carece de pantallas, megafonía e interventor y las pocas veces que éste va, no llega a Ponferrada, pues se baja antes en Torre del Bierzo o Bembibre. El pasado 12 de abril al llegar a Ponferrada las puertas de dos departamentos no se abrieron; el tiempo de parada es mínimo y nos quedamos seis personas sin poder bajar. Todo esto viéndolo el jefe de estación mediante señas y advertencias verbales por parte de la gente que nos esperaba. Tuvimos que ir hasta la siguiente parada (Toral de los Vados) para poder regresar en otro tren hasta Ponferrada.
Lo que más me molesta es que ninguno de los empleados de las empresas asumieran los fallos (tanto mecánico como humano) es más, intentaban convencernos que no sabíamos accionar la apertura de las puertas. ¿Tanto cuesta asumir los errores?
Desde hace tiempo es apreciable la decadencia en el servicio: tanto de personal, horarios y material anticuado. No sólo con AVEs corredoras se desplazan los viajeros».
c Héctor Alonso Martínez escribe de ‘Mi tío Emilio’: «Mi tío, gruñón de palabra abrupta y clara, mano firme y camino seguro, currante parroquiano de barrio. Mi tío, semblante serio, madridista confeso, seductor salta balcones. Te recuerdo cavando zanjas en Quintana de Raneros. Bebiendo del botijo y del porrón Echándome la bronca por no haberme peinado, ni afeitado. Mi tío, amigo de los animales, forofo de un buen vino, niñero profundo y cariñoso, luchador incansable, alma en esencia pura. Mi tío, eterno corazón bueno, eterno en mi recuerdo, eterno en la memoria de una familia que cuido, eterno, ya, en mi vida. Mi tío, aquel que dejó de ser tío para ser abuelo. Te despido con mi hijo Pol entre vosotros, con mi arcoíris canario entre vuestras almas. Te despido frente a ti. De frente, como siempre fuiste tú. Paisano de Riego de la Vega. Que noventa años no son nada, si no son vividos por ti. Emilio, te susurro.… La vida sin ti será más gris y pesada. Pero en tu recuerdo dejaré tu soledad caer. Pero en tu memoria dejaré reposar mi regazo. Como cuando me aupabas de pequeño. Aúpame, tío, una segunda vez, aúpame que quiero tocar el cielo desde tus dedos. Que necesito tu cariño, tú que lo vendías tan caro, pero puro y eterno tú que me ayudaste a ser. Tú, tío Emilio, te despido».