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Publicado por
ALFONSO GARCÍA
León

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La lectura es una rebelión «contra el pensamiento único, la desmemoria, la devastación de la intimidad, la lenta anulación del espíritu…» y una larga lista de hermosas rebeldías que enumera Michael Ende en La historia interminable y que acabo de releer en otro libro extraordinario, Leer contra la nada, de Antonio Basanta. Lo recuerdo precisamente aquí y ahora porque hoy es el Día del Libro. Tiempo de selecciones y lecturas, aunque debería serlo siempre, cuando la primavera parece incendiarse, ajena sin duda a otras celebraciones del día que merecen menos atención, por impuestas y vacías. Cierto es que las múltiples posibilidades de lectura, tanto desde el punto de vista de su mecanismo como de sus variadas propuestas argumentales, ofrecen un panorama enriquecedor en que caben todas las opciones, gustos y lectores.

Dicen, y seguramente es verdad, que la diversidad es el signo más característico y revitalizador de nuestros tiempos. En ese tablero, lleno de riquezas y matices, no está de más reconocer y recordar la polisemia literaria y rica de los escritores leoneses, motivo de especial incidencia en fechas como la de hoy. «La tradición de contar y leer, de educar y enseñar, ha dado sus buenos frutos al saldo migratorio de León», apunta uno de los luminosos cantos rodados de Ana Gaitero, que añade: «La educación también es responsable, sin duda, de que tierra tan áspera haya parido tantos y tan buenos escritores». Y, sin embargo, ironías del destino y contradicción histórica, los leoneses leemos menos que el resto del país, según el barómetro de hábitos de lectura de la Federación de Gremios de Editores de España, que sitúa la media nacional en un 59,7 por ciento, y la leonesa en el 57,8. Aunque la población española no ha sido nunca mayoritariamente lectora, no sería justo pasar por alto el progresivo, aunque lento, aumento, muy desigual, eso sí, entre regiones, en parte debido a los esfuerzos realizados para fomentar este hábito en nuestra sociedad, nunca con los resultados apetecidos.

El Día del Libro no solo es o puede ser tiempo de lecturas, también tiempo de promesas de lectura. Nunca he entendido que esta pueda ser excluyente. Sería un poco su negación. Pero, dada la calidad de la que aquí se escribe, también estoy convencido de que es necesario un impulso precisamente donde ancla sus raíces. Algo habrá que hacer. Lo pienso también hoy, precisamente en el Día del Libro. Sea feliz siempre. También leyendo.