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AL DÍA JULIa NAVARRO
León

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¿ Y ahora qué? Es la pregunta que cabe hacerse sobre el futuro inmediato de Cuba ahora que Raúl Castro deja ha dejado la presidencia de la isla para quedarse en la retaguardia como Primer Secretario del Partido Comunista. Pero aunque en este cargo siga ostentando mucho, muchísimo poder, evidentemente su retirada de la Jefatura de Estado tiene un valor más allá de lo simbólico.

La elección de Miguel Díaz Canel para sucederle deja abiertas muchas incógnitas. La primera será saber quién es realmente Díaz Canel más allá de que es ingeniero electrónico y un burócrata del régimen leal a los Castro.

Es evidente que si Raúl Castro ha elegido a Díaz Canel es porque espera «tutelarle», guiar sus pasos, garantizar que algo cambia para que nada o poco cambie o en todo caso que los cambios tengan el alcance diseñado por él.

Pero también es evidente que Raúl Castro sabe que su tiempo se ha acabado, que el mundo ha cambiado y que difícilmente puede sobrevivir el régimen una ve muerto Fidel y estar él de retirada por razones de edad.

Por decirlo claramente Raúl Castro es lo suficientemente inteligente para saber que no habrá «castrismo» sin los Castro. Así que Díaz Canel tiene que ir preparando esa transición.

Parte del poderoso exilio cubano en Estados Unidos desconfía de esta jugada de Raúl Castro y asegurar que Díaz Canel será más de lo mismo. En mi opinión se equivocan. Ningún discípulo es igual a su maestro por muy leal que le quiera ser.

Díaz Canel tendrá que ejercer el cargo manteniendo un difícil equilibrio, por una parte tiene que lograr que los poderes fácticos del régimen le apoyen, y por otro iniciar una apertura real que vaya asentando la apertura política que es ineludible.

Queda por ver si además de con Raúl Castro cuenta también con el apoyo del poder fáctico más importante de la isla como es el Ejército y los servicios de inteligencia.

Mientras Raúl Castro viva y Díaz Canel siga la senda que le ha marcado las aguas correrán más o menos tranquilas, pero el verdadero desafío comenzará el día en que Raúl se muera.

Así las cosas, se abre un periodo apasionante en la Historia de Cuba, un momento en el que España debe saber estar.