Retazos en mi recuerdo
N o puedo dejar de sentir una profunda tristeza por la desaparición de la tienda de Fausto Rius en la avenida Independencia, 1. La vieja tienda de mi querido padre y en la que no faltó ni un solo día durante mas de 50 años (se dice pronto).
En ella atendía a todos los clientes que necesitaban un buen y elegante sombrero, una boina, viseras, pasamontañas con orejeras, tan necesarias en León cuando llegaba el frío y cuanta prenda de cabeza se necesitara, importante lo relativo a lo militar, desde galones, botones... etc. pasando por todo cuanto se necesitaba para las Fuerzas Armadas. No puedo olvidar las maravillosas y cuidadas gorras militares, desde la de un sargento hasta la de un general, se las encargaban a medida desde cualquier lugar de España y era distinguirse llevar una gorra de ‘Rius de León’. Algunos la guardan como una joya. Del taller salieron miles de gorras para ayuntamientos de toda España, sin olvidar el de León, para ordenanzas, porteros... algunas con más galones que los de un «general», para la banda de música y recuerdo el pelo blanco de don Odon Alonso, para los guardas jurados en cualquier estamento... y tantos recuerdos.
Ya no vere más los viejos escaparates, ni los escalones de la entradas donde nos «molaba» ver las procesiones de Semana Santa, y sobre todo seguiré viendo a mi padre subir aquella estrecha y altísima escalera desde la tienda al taller (cien veces al día). No siendo joven tenía una agilidad asombrosa, sería la costumbre.
Hoy con nostalgia recuerdo a Cascón (el de las motos), Manuel Martínez Marcos (Manolo el ferretero), de Cebada (el peluquero y practicante) —mucha inyecciones nos puso—, al guarnicionero y mis primeras fotos en la puerta de la tienda viendo los escaparates... ir a León ya no será lo mismo.
No ver mi vieja tienda, me resultara extraño, espero que el nuevo negocio dure lo que duró el de Fausto Rius, un maravilloso padre y mejor persona.
Recuerdo a las personas que trabajaron para él. Concita, Olga... etc y en especial a Petrica, la oficiala que estuvo toda su vida al lado de mi padre y que sentía un especial cariño por mi madre y por mi misma, siempre pegada al lado de su vieja maquina, que era alemana, pesada y de pedal... luego le colocaron un motorcillo. Petra era una mujer muy humilde, pero maravillosa, que a pesar del cariño y los muchos años junto a mi padre, siempre le llamaba «maestro». Cuánto nos gustaba a los niños pequeños el trozo de pan con chocolate, o con uvas, o con un trocito de queso que llevaba para merendar.
Petrica donde esté... «gracias».
Y por último no puedo dejar de nombrar a una persona súper-imprescindible en esta líneas, mi tía Ludi, la reina del bastidor. De sus manos salían y siguen saliendo los bordados mas finos y mejor ejecutados, estrellas, entorchados, escudos. Recuerdo con admiración las alas plateadas de las gorras de aviación, cuando se bordaban las galletas, luego alguien se le ocurrió colocarlas metálicas, perdiendo el glamour de aquellos bordados. A sus muchos años sigue conservando sus maravillosas manos. Sin ella no habría sido lo mismo el negocio de ‘Fausto Rius’. Te quiero tía.