Diario de León

cuarto creciente

Crimen perfecto

Ponferrada

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El brezo, la carqueixa y el rebollal vuelven a crecer en los montes quemados de la Tebaida Berciana. Un año después del incendio que devastó mil trescientas hectáreas en el corazón del Bierzo la vegetación vuelve a cubrir la superficie que ardió.

La cicatriz parece cerrada. Pero debajo de la capa verde que se divisa a vista de satélite, se esconde la erosión del suelo, los arrastres de la lluvia, la degradación del terreno. Y dicen los expertos que elaboran el Plan de Ordenación de los Montes de Ponferrada que pasarán todavía muchos años antes de que la regeneración sea completa.

Desde el aire, lo demuestran las fotografías que ha tomado esta semana el satélite Sentinel 2 de la Agencia Espacial Europea, la mancha negra que hace ahora un año estropeaba el paisaje se ha difuminado. Pero no nos engañemos. El daño está hecho.

Lo que hay que hacer ahora es buscarle algún remedio a la pandemia que asola nuestros montes todos los veranos, cada vez más pronto, cada año hasta más tarde.

¿Cómo?

El fenómeno de los incendios, lo recordaba estos días el profesor de la Universidad de León Alfonso Fernández Manso, está ligado a la despoblación, al abandono de los montes, y a la pervivencia de la cultura del fuego, que lo convierte en instrumento de limpieza y regeneración. Pero cuando no hay gente para controlarlo, cuando el monte está seco y sin desbrozar, y el calor aprieta, el fuego se convierte en un barril de pólvora.

Luego está la impunidad. Detener siquiera a un sospechoso, con el pacto de silencio que reina en nuestras zonas rurales, ya es una tarea de titanes. Hacen falta testigos, pruebas, indicios. Incluso cuando los hay, testigos, pruebas, indicios, nadie garantiza una condena. «Es el crimen perfecto», dice Fernández Manso.

La solución no es fácil. Todo pasa por recuperar los usos del monte, gestionar la masa forestal, dotar de medios y formación a los investigadores, y concienciar a los jueces y a los legisladores. Porque en nuestros pueblos no hay pirómanos (enfermos mentales), ni conspiradores, sino gente a la que se le va la mano, y gente que nunca se meterá en problemas con su vecino. Para no chamuscarse.

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