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Rincón del Cuco
Como decía el chiste de Perich, los españoles están divididos: unos apuestan por el apaga; y los otros, por el vámonos. Entre la suma interminable de disparates que acontecen en este país convertido en una especie de verbena de la Paloma, pero en versión triste, se encuentra sin duda el fenómeno de la despoblación en el ámbito rural, un barbarismo corroborado en León de forma incuestionable. Pese al tachíntachán triunfalista de la recuperación económica, lo cierto es que los pueblos a la antigua usanza se mueren, algo certificado por la tortura de las cifras. Ciertas buenas gentes no se resignan al río de los acontecimientos y, a modo de ejemplo didáctico, quiero contar la historia del ‘Rincón del Cuco’, un hotelito con muchas ganas de agradar que ofrece al visitante lujo rústico, tranquilidad a espuertas y fotogenia de postal. A los mandos se encuentran Alicia y José, unos soñadores que regresaron al solar familiar, en Tejedo de Ancares, de vuelta al paisaje teñido de trascendencia que crea vínculo y afinidad. La idea era reconstruir la casa de sus padres y abrir al público los olores de roble y castaño de sus vigas.
Combinados, claro, con los deliciosos aromas a pan tostado, o los del caldo que supone el mejor reconstituyente después de las agotadoras caminatas a la cascada o a las Suertes de Tejedo. Esos lugares que el empeño de los agricultores y ganaderos del pasado nos dejaron como legado y que suponen, a ojos del paseante, una fiesta para la vista ennoblecida por la magia de las excepciones. Rizando el rizo, los propietarios de semejante paraíso de sensaciones, pleno de exquisitez y buen gusto, bajaron las pizarras de las canteras que dejaron de escarbarse hace años, para que los huéspedes del establecimiento puedan pisar los suelos según se hacían antaño. Esperemos que María José, su hija, conserve por muchos años este Rincón del Cuco que presenta una puesta en escena bucólica y entrañable, característica de una comarca, los Ancares, que aún conserva hermosos rescoldos de la vida campestres y que se sigue rigiendo por las reglas de la Madre Tierra.