El vuelco
T odas las caídas son calificadas de históricas aunque estén en pleno trayecto y nadie sepa cómo va a terminar esta historia. Los nuevos partidos han dado un traqueteo al panorama político español y la abstención de la CUP le ha entregado a Quim Torra la presidencia de Cataluña mientras el ‘procés’ irrumpe en las aulas. Todos los sondeos de opinión, hasta los más insondables, auguran una amplia ventaja de Ciudadanos sobre el resto de las formaciones políticas. La de Albert Rivera le lleva nueve puntos a Podemos y lo sitúa sólo unas décimas por delante del PP y del PSOE. Si fuésemos capaces de emocionarnos diríamos que España es un país emocionante, sobre todo gracias a los sondeados, que saben que también la verdad se inventa.
La CUP le ha permitido a Torra que haga efectiva la república sin contar con los suficientes republicanos. Se trata, como todos sabemos, de seguir la independencia.
No de pedirla, ni de procurar merecerla, sino de tomarla al asalto olvidándose del ‘seny’, en el que tampoco creyó nunca Josep Pla, que recorrió el mundo para saber cómo eran sus paisanos y contárnoslo a todos.
Los antisistemas son traidores aunque avisen. Han empezado por adoctrinar en los colegios sobre el modelo educativo y llevan razón en todo lo que no la tienen, porque media Cataluña no es partidaria de la otra media.
Quim Torra ha sido elegido presidente por un solo voto de diferencia, pero los llamados anticapitalistas le advierten de que no tendrá su apoyo parlamentario ni facilitarán la gobernabilidad, que antes era difícil y ahora es imposible. Se dice que el descalabro no tiene precedentes, pero tiene muchas consecuencias. Al mal resultado de los llamados populares se añade que el 65% de sus votantes prefieren un candidato que no sea Rajoy. Lo dan por amortizado