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TRIBUNA

Menos hormigón, más supercomputación

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León

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P arece que la crisis económica amaina, se acercan periodos electorales y veo a diferentes organizaciones sociales pedir más inversión en infraestructuras. Las asociaciones de empresarios, los sindicatos, los partidos políticos, todos piden, exigen incluso, que se termine la autovía de León a Valladolid, la de Ponferrada a Orense, una nueva a Bragança, más kilómetros de AVE… todo con la excusa de aumentar la competitividad y por tanto el bienestar y las oportunidades de empleo.

¿De verdad seguimos creyendo que recortar 10 o 15 minutos del trayecto León–Valladolid mejora de forma significativa la competitividad? Personalmente creo, como me decía hace años un profesor ya jubilado de la Universidad Politécnica de Madrid originario de Sabero, que para lo que más sirven esas infraestructuras es para que la gente pueda irse más deprisa. Vista la evolución demográfica parece que tenía bastante razón.

Creo que hay otras infraestructuras que sí generan oportunidades y aumentan la competitividad de nuestra tierra. El centro de Supercomputación de Castilla y León (Scayle) es una de ellas. Permítanme que ponga un par de ejemplos que ilustren para qué sirve una infraestructura como Scayle.

Hay una empresa en el parque tecnológico de León llamada Tecnosylva que vende servicios de predicción de incendios a empresas eléctricas del sur de California. Para ello hace miles de simulaciones cada día en Scayle. ¿Creen los agentes sociales que una empresa como Tecnosylva podría exportar servicios tecnológicos desde León a los EE UU sin una infraestructura como Scayle?

Otra empresa instalada en el parque se llama Smarkia, vende servicios cloud de eficiencia energética a multinacionales en varios países. No calculan en Scayle, pero han ‘fichado’ alguno de los técnicos formados en el centro. ¿Creen los agentes sociales que podrían haber encontrado perfiles especializados en tecnologías informáticas avanzadas en León sin Scayle?

Son dos ejemplos, no son grandes empresas, pero han generado en los últimos años unas cuantas decenas de empleos muy cualificados en León. Hay más ejemplos y estoy seguro de que habrá cada vez más, si de verdad como sociedad apostamos por la inversión a largo plazo en infraestructuras de ciencia y tecnología.

Pero más que las empresas, los grupos de investigación de Castilla y León son los grandes beneficiarios de la potencia de cálculo de Scayle. Grupos de la Universidad de Burgos diseñan nuevos materiales para la captura de CO2 en Scayle, investigadores en genética de la Universidad de León mejoran las razas de ovejas con sus cálculos en Scayle, la predicción de las tormentas de granizo y otros muchos proyectos sencillamente no serían posibles sin el Centro de Supercomputación de Castilla y León.

Algunas de esas investigaciones generarán empresas o productos innovadores, otras aumentarán el conocimiento y todos ayudan a generar talento, que es la materia prima más importante de nuestra tierra, ni el carbón, ni la agricultura, nuestros jóvenes.

Es evidente que una carretera luce mucho más que un centro de investigación, se ve más y por más gente, pero también es cada vez más evidente que sólo la apuesta seria, decidida y constante por la ciencia y la tecnología crean y mantienen riqueza.

Me contaba un colega del instituto alemán de investigación Max Plank que allí tienen una acuerdo de estado de aumentar cada año la inversión en ciencia, al menos en la inflación prevista. Durante la crisis de la unificación alemana de los 90, como había crisis, decidieron que había que doblar ese incremento. ¿No creen que a largo plazo ha merecido la pena? Alemania recortó en otras cosas, en hormigón, pero no en las infraestructuras científicas porque creen que esas inversiones generan riqueza a largo plazo.

Soy consciente de que los beneficios de las inversiones en infraestructuras como Scayle no son inmediatos. El retorno de las inversiones en las infraestructuras científico-técnicas se produce a muy largo plazo, pero en mi opinión es muchísimo mayor que el de la inversión en hormigón. ¿Qué tipo de empresas queremos tener dentro de 20 años? ¿Bares de tapas para turistas de fin de semana que vengan y marchen por bonitas autovías o AVEs, o empresas tecnológicas competitivas a nivel mundial? ¿Qué tipo de empleos queremos para las próximas generaciones, camareros o ingenieros?

Hace diez años se tuvo la visión de crear Scayle. En su momento fue uno de los grandes supercomputadores a nivel mundial. Han pasado años de crisis económica y necesita actualizarse. Con el coste de un kilómetro de autovía volveríamos a tener un centro de supercomputación de primer nivel mundial.

Durante los duros años de la crisis económica la consejería de Fomento y Medio Ambiente de la Junta de Castilla y León y la Universidad de León han apoyado y mantenido el centro, pero ha llegado el momento de darle un impulso que lo consolide, ampliando sus capacidades y su plantilla, para que siga generando servicios y conocimientos para nuestras empresas e investigadores.

Sin nuevas inversiones en él perderemos una ventaja competitiva de las pocas que tenemos. Animo a las organizaciones sociales, a que «exijan» infraestructuras que de verdad ayuden a hacer competitiva nuestra tierra. Menos hormigón, más supercomputación.