TRIBUNA
Entre el ímpetu y la audacia
A la muerte de algún personaje, e incluso bajando el diapasón de alguna persona, parece que nos colocamos en situación más tolerante y dispuestos a olvidar o cuando menos a suavizar antiguos resquemores, ya fueran personales, o compartidos por la colectividad cuando se trataba de persona pública.
Así ante la noticia del fallecimiento de Juan Morano, que sin ser de León llegó a la alcaldía de nuestra ciudad, diciéndose tan leonés como el que más, y su quehacer consistorial parecía mostrarlo, muy buena parte de sus conciudadanos aparecieron generosos, con tolerantes recuerdos o cuando más suavizadas críticas. Una línea amable que pronto se rompería, por ejemplo en Facebook, aunque sin demasiadas estridencias; si bien es verdad que tampoco me esforcé en buscar brusquedades.
Siempre polémico, adalid con seguidores fieles, puede que interesados más que otra cosa, contaba también con muchos detractores dentro de la ciudadanía. Nada extraño.
De momento la hemeroteca, más adelante la historia, enlazará hechos, actuaciones y comportamientos, y en atención a aquéllos mostrará lo que fue para los leoneses Juan Morano Masa, como alcalde, pero también más allá, marcando un sendero autonómico de orgullo ocasional, exportable a los seguidores leoneses, a quienes lograba epatar. Adornadas de templanza las consideraciones a verter, o mejor a someter a la consideración del lector, desde mi perspectiva leonesista, aludiré al Morano, letrado sindical antes de político, de palabra opuesto a la Junta autonómica, eso sí, cuando ésta era de color socialista. Señalando que no pude menos que situarme entre los que terminaron discrepando de su actuación, impregnada de incierto cariz leonesista,
El proceso autonómico transcurría paralelo a su ascenso y permanencia política como alcalde en León ciudad, por ello fue objeto de algunas páginas mías de opinión, Tribunas, que me servían de base para criticar, con él, a la Junta autonómica.
Se marcó una supuesta huelga de hambre por el asunto del Matadero viejo, de José Aguado, que se empecinaban en cerrar desde el ente autonómico, con alguna razón sanitaria sin duda, pero no a cara de perro y por ser Morano alcalde de León y su «rechazo frontal a la Junta» que les quemaba. Motivo por el que entre otros leoneses, y más confusos leonesistas que lo incardinábamos en la lucha contra la Comunidad impuesta, reconozco haber ido a reconfortarle de palabra.
Por entonces la Junta nos castigaba por lo que consideraban veleidades autonómicas leonesas, que él acaudillaba.
La Gran Manifestación de mayo del 84, gozó de su imprescindible apoyo; un especial ímpetu que partía de su posición de poder municipal. Pero marcó una condición, la pancarta inicial rezaría ‘León Solo’. Interpretable. Sonando el himno a León parecería concernido a la provincia leonesa; resultó un éxito leonés y leonesista, preocupante para la Junta. Seguro que él fue el primer sorprendido. No tardó en valorarlo, y comprender el gran potencial político que encerraba. Tenía capacidad para manejarlo, y así lo haría.
Meses después, en la visita del Rey don Juan Carlos a León capital, con motivo del Centenario del paso del tren a Asturias, recibió en la estación al monarca, saltándose el protocolo, con el himno a León, («Sin León no hubiera España»), interpretado por la Banda Municipal de la que se hizo acompañar, venía en mostrar así, «éstos son mis poderes»… municipales; una audacia que supe y quise valorar en un artículo de opinión. Sin duda, sabía darse realce en los acontecimientos.
Entre estas dos últimas muestras de su proceder, sin precisión cronológica, sí de equidistancia, le podemos encontrar como el flautista del cuento, conduciendo al leonesismo social apresado entre los zarcillos de su contundente sí autárquico: ‘León solo’. Un mensaje seudoleonesista que se correspondía perfectamente con su ‘yo’, personal, político y de autosuficiencia inveterada.
Con la vitola de leonesista, personalismo o moranismo, sufrió el pacto cívico, para él cínico, surgido más como castigo personal, que por el bien ciudadano. Replicaría con la amenaza de un partido leonesista. Después con el Partido Popular, vendría el Congreso y el Senado.
Si el supuesto ‘caudillaje’ leonesista hubiera gozado de la puridad requerida, y el «rechazo frontal» a la Junta autonómica le hubiera salido del corazón, y no de la especulación del voto para escalar en el partido conservador, con facilidad podía haber contribuido a que los leoneses escribiéramos nuestra propia historia autonómica.
De significativa importancia se pudo titular su última postura en el Senado, el ‘no’ pronunciando al cierre de las minas de carbón en León, era tardío pero clamoroso. Sus razones fueron: Convicción, ideales y obligación. Muy lejos la postura de Luis Aznar y Silvia Franco que le acompañaban en escaño y se arrugaron obedeciendo al partido, dando la espalda a los leoneses. Mas, él, no sin graves secuelas en los leoneses, también había abandonado el liderazgo, lo autonómico…
Dejaría la política activa. Más tarde… silencio.