Tragedia en la carretera que evidencia graves carencias que están pendientes

El fallecimiento de un matrimonio de peregrinos que se dirigía hacia Compostela en bicicleta debe invitar a la sociedad y a las instituciones a plantearse si se hace todo lo posible para evitar este tipo de tragedias. Empezando por la localidad geográfica del accidente habría que preguntarse por los retrasos que se acumulan en la autovía que debería evitar el paso de un tráfico tan abundante por la N-601. La León-Valladolid, en esa zona, ni siquiera cuenta con un proyecto de construcción y pasarán demasiados años antes de que se pueda hacer realidad. Y sobre las infraestructuras también cabría reflexionar sobre si el Camino de Santiago está suficientemente preparado en materia de los trazados para quienes van andando o en bicicleta. La señalización o los excesivos puntos de cruce o confluencia con los vehículos invitan a agilizar esos planes tantas veces anunciados y que no terminan de ponerse en marcha para que exista una ruta clara y segura para todos los miles de peregrinos que cruzan León, la Comunidad y buena parte del norte de España encaminándose hacia Santiago.

Y por último, en lo más estrictamente personal, queda la duda sobre si la sociedad hace todo lo posible para que los conductores se conciencien sobre que el alcohol al volante supone un riesgo real para las vidas humanas. En este caso incluso coincide uno de los puntos más candentes sobre la seguridad vial, la convivencia de los ciclistas con los vehículos a motor. Probablemente se han perdido dos vidas, y la de su hijo ha quedado condicionada para siempre, porque no terminamos de hacer bien las cosas.