LEÓN EN VERSO
Un artista anda suelto por León
Pasó un ángel por las Arrimadas, a poner el punto sobre las íes, a enmendar de la mejor forma posible un pavimento infernal, dejado de la mano de dios y de las arcas públicas; pasó un artista, y la señal de peligro por firme irregular pasa de ser una cuestión terrenal y se alza sublime al campo de los sueños tras un toque de genialidad que deja a la altura del barro la célebre reforma del cristo de Borja. Hay que ver lo que puede hacer una mente ocurrente para elevar a los límites del monte de venus la advertencia convencional de que, de ese punto en adelante, todo lo que hay bajo los pies y las ruedas del coche no son más que baches. Dos toques a modo de pezón anuncian a la libertad que guía al pueblo en un territorio en el que lo último que se espera es la revolución. De ahí el doble mérito del creativo, capaz de cambiar la perspectiva de declive sin más arma que una pintura de aerosol y dos tiras de cinta aislante colocadas en el lugar exacto y en el momento oportuno. La revelación virtuosa descubre que aún queda savia entre esa maraña de arterias que se daban por muertas para la posteridad. En el bosque de la señalética de tráfico en León, plagado de triángulos con ciervos huidizos, curvas pronunciadas y estrellas de congeladores de antes de la era no frost, emerge ahora un busto que más allá de que se interprete como una salida grosera, tiene un trasfondo profundo de rebeldía. Las señales troqueladas sobre el boceto del anuncio de cruzado mágico delimitan un tramo de una carretera al que no le llegó el penúltimo maná del Miner. León se ve obligado a recurrir de vez en cuando a los muros para vomitar sus frustraciones. En otro episodio fascinante de la creatividad popular, contra una señal octogonal que regula el acceso a una carretera nacional y sobre un mensaje de stop roído por el sol, pintaron: So. Ahí tienen, un ensayo filosófico aunque no parezca más que un monosílabo perdido ante la tendencia de vanguardia socialdemócrata a emplear esdrújulas para terminar por no decir nada; como el recurso ordinario de pintar dos tetas sobre la señal que avisa de que la carretera tiene un problema crónico; es fácil adivinar que el autor lleva en León el tiempo suficiente como para saber que no van a hacer nada.