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PEDRO VICENTE
León

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No descubro la pólvora, se hacía lo que políticamente decidían PP y PSOE», dijo el expresidente de Caja España, Santos Llamas, durante su comparecencia ante la comisión parlamentaria de investigación constituida sobre el proceso de expolio y almoneda de las fenecidas cajas de ahorro de Castilla y León.

Aunque la frase constata una absoluta evidencia, es de agradecer que haya verbalizado tal obviedad ante una comisión que, a partir de un vergonzante pacto entre los dos partidos mayoritarios, ha tratado de diluir al máximo las responsabilidades políticas del fiasco. Un pacto por el que el PP y el PSOE vetaron las comparecencias de los insignes politicos de ambos partidos instalados en los Consejos de Administración que precipitaron hacia el abismo a las extintas entidades financieras.

Con esa descarada cortapisa, el resto de los partidos, Podemos, Ciudadanos e IU, ha tenido que hacer un esfuerzo ímprobo para subrayar las evidentes responsabilidades politicas del desaguisado. De hecho, a tenor de la versión ofrecida por los ejecutivos y presidentes de las extintas, el mantra es que perecieron víctimas de la fatídica crisis inmobiliaria y financiera. Uno tras otro han repetido que la elevada exposición al ladrillo, consentida por el Banco de España, fué letal, sin que por lo visto nada tuviera que ver la gestión financiera perpetrada en ellas.

Dicho argumento no se sostiene, ya que, siendo innegables los estragos de esa doble crisis, lo cierto es que no todas las cajas desaparecieron. Las mejor gestionadas, y por ello más solventes, con La Caixa a la cabeza, no solo sobrevivieron, sino que engulleron a precio de saldo a las arruinadas, caso sin ir mas lejos de España Duero, absorbida por la andaluza Unicaja.

Pero ni uno solo de los antiguos ejecutivos y ex presidentes ha reconocido el menor error en su gestión. Por lo oído, no hubo temerarias inversiones millonarias, ni barra libre a la concesión de créditos sin garantías, ni escandalosas prejubilaciones a los directivos que abandonaban unos barcos a la deriva. Ni esas ni otras muchas malas prácticas que acabaron lastrando la viabilidad de las cajas.

Buena parte de ellos se han permitido la impostura de presentarse como damnificados por lo ocurrido, y en no pocos casos con un desparpajo, cuando no desfachatez, insultantes. Como calificar, si no, que el expresidente de España Duero, Evaristo del Canto, cuyo nombramiento pactaron directamente Herrera y Zapatero, salga lamentando las «interferencias políticas» en el malogrado proceso de fusión de las cajas... Todos deploran la enorme pérdida económica y social que supuso la defunción de las cajas, pero nadie admite ninguna responsabilidad en sus óbitos. Y no fallecieron de pura muerte natural.

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