Del fuego al barro

De aquellos polvos vienen estos lodos, dice un viejo refrán castellano no muy usado en el habla cotidiana de la gente, pero frecuente en textos periodísticos, según explica la Real Academia Española de la Lengua en su diccionario.

La frase suena un poco rancia. Y escrita tampoco mejora. Pero pocas veces acierta tanto como en esta ocasión. Porque de aquellos polvos, literalmente, de aquellas cenizas de los incendios forestales que asolaron los montes bercianos el verano pasado vienen estos lodos, estos aluviones de barro, de tierra inestable, estos socavones que se llevan por delante carreteras y dejan pueblos incomunicados cuando estalla la tormenta y el monte se llena de lluvia intensa y de granizo; Peñalba, en el corazón de la Tebaida berciana, tan simbólico, y Salientes y Valseco, en el Alto Sil, donde habita el oso.

Porque es evidente, aunque algunos hayan querido negarlo, supongo que por conveniencia política, que detrás de los desprendimientos de terreno que han cercado a los vecinos de Peñalba, y que también afectan ahora a los vecinos de Valseco y Salientes, con los pueblos llenos de residentes de verano, está el fuego. Las llamas se llevaron la vegetación el año pasado, volvieron más inestable el suelo, incapaz de absorber toda el agua cuando truena, y a los daños que causaron en el monte hay que sumar ahora la enorme cantidad de dinero que será necesario invertir en las dos carreteras para recuperar los accesos.

Visto lo que ha pasado, da la sensación de que en las administraciones que tanto publicitan su empeño por combatir el fuego; en los tribunales que instruyen y juzgan las causas, tan reacios a condenar por indicios cuando no hay testigos, y cuando los hay —recuerden el incendio de Porcarizas— tan dispuestos a asumir que un jurado le niegue credibilidad a los testimonios incriminatorios sin explicar por qué; en las fuerzas de seguridad que recogen pruebas; y sobre todo, en los vecinos de algunos pueblos afectados por los incendios, que guardan silencio cuando les preguntan, no se están tomando en serio el desastre que a corto, medio y largo plazo suponen los incendios forestales.

Y el lodo empieza con la impunidad.