MARINERO DE RÍO
Lo que hemos aprendido
Después de todos estos años hemos aprendido, quizá, dos o tres cosas. No creo que más. La memoria del hombre es un altillo secreto donde, por mucho que uno arrumbe y apriete cosas, jamás volverá a encontrarlas tal y como las guardó, y puede que esa sea nuestra maldición y nuestra gloria. Pero sí, tres o cuatro cosas, a lo mejor incluso cinco, es posible que las hayamos aprendido. Otra cosa muy diferente es querer verlas, claro. Y aceptarlas.
Hemos aprendido que la codicia humana no tiene límite conocido y que a su lado el universo parece una lenteja. Y que por eso es tan necesario regular, ordenar y legislar para evitar no sólo el colapso total que trae consigo esa ley de la jungla llamada neocapitalismo sino que crisis periódicas (necesarias, dicen, estructurales, las llaman) se lleven por delante, periódicamente, millones de puestos de trabajo, vidas y haciendas.
Hemos aprendido que el planeta tiene también sus márgenes, como el papel en el que escribimos, y ya no aguanta esa plaga de chinches voraces que se le ha extendido por toda la piel con su continua excreción de residuos. Y que la factura de comer fresas en noviembre se llama pueblos vacíos, milenarios paisajes culturales convertido en polígonos agrarios, desequilibrio y, a la postre, pobreza.
Hemos aprendido que el que la hace la paga. Puede que no hoy, puede que no mañana, pero pasado mañana la va a pagar. También hemos aprendido que dar la espalda a la gente —llámense dos millones y pico que quieren votar, llámense los otros tantos que no—, trae cola y agravio, y el asunto requiere una altura de miras y una generosidad política a la que quizá no estemos acostumbrados en estas solaneras. De esa receta sólo conozco un ingrediente: respeto. Acercarse al otro con respeto, curiosidad y honradez supone, como mínimo, medio camino andado. Y mirar por encima del hombro lo alarga un buen trecho más allá.
Hemos aprendido que la gente no sólo quiere vivir, así, sin más. Aspira a algo a lo que no sabe por nombre. Y si no se le da en forma de educación y cultura, lo buscará en el nacionalismo, en el consumo embrutecedor y en el narcisismo.
Y ahora viene un señor, un tal Casado, a decirnos, punto arriba, punto abajo, que no. Que no hemos aprendido nada.