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León

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León no tendrá playa pero a mí el cartero me trajo, envuelto en un hola/ola, el último libro de Margarita Merino, quien sí lo tiene en el nombre y en el apellido. Lo ha titulado Pregón de un sábado de Piñata (con explicación y gata), con un subtítulo que reza: «Carnavales de Astorga año de 1998». 57 páginas con tesoros, a la vista y hundidos. Incluye un preámbulo en el que nuestra paisana, afincada desde hace muchos años en Estados Unidos, hace una declaración de intenciones, en su condición de sirena de tierra firme, pero, en efecto, con el mar en el DNI. En ella lo vital es sinónimo de verdad, naturaleza, mujer, Bien, aunque en el texto menciona también a sus reversos, pues lo suyo no es escapismo ingenuista sino ir al corazón herido de la existencia, para proclamar desde sus arrecifes la superioridad del amor. En las primeras líneas, hace agradecida referencia al único artículo periodístico que se hizo entonces eco de aquel acto. Lo firmaba una jovencísima Maite Almanza, a quien recupera al final para desearle al hijo de esta, nacido seis meses antes de que ella falleciera, «que salga a buscar las cometas de su madre y las fuertemente entre las propias. Ojalá algún día pueda entregarle una copia de estas páginas si llegan a ver la luz de la imprenta». La ha visto, editada por Lobo Sapiens. No asistí al pregón y me hubiese gustado, por escuchárselo y además por observar las expresiones de los rostros, cuando ella, por ejemplo, saludó con entusiástico: «Hola, hola, hola…», que también era un ola, ola, ola. Las mareas del olvido no se llevarán ya su invitación a la felicidad.

El libro es una defensa del aprendizaje, cuando hay buenos maestros que enseñen Un manifiesto político poético, en su compromiso. Nos insta a concluir ya la batalla que, unos contra otros, nos hemos declarado para ser y hacernos infelices, por asfixiar al Planeta. Nos lo dice sin dogmatizar, pero sabiendo de lo que habla, pues ha sido siempre uno de los pilares de sus inquietudes.

Hola, ola, Mar Merino. Ola, hola, leonesa en Tennessee. He leído tu libro y, como al náufrago la tabla salvadora, me ha llevado a buen puerto. Como pregonas en sus páginas y en tus actos: «Yo pido un milagro urgente». Que sean dos.