TRIBUNA
Qué tragedia son los gobiernos
E l reciente incendio en Grecia —y luego Carr en California— resultó ser la peor tragedia natural de la historia moderna de ese país, dejando unos 81 muertos y más de 200 heridos. Hasta ahora, el peor incendio de la historia griega reciente había sido el del verano de 2007 en el Peloponeso y la isla de Evia, que se cobró unas 77 vidas. Las autoridades sospechan que podrían haber sido provocados. En cualquier caso, queda claro que existe una gran responsabilidad de parte de los gobiernos.
Es que los estados se manejan con criterios políticos y, en el mejor de los casos, en base a la opinión de ‘expertos’ con lo que suelen resultar ineficientes a la hora de encarar los problemas. En contraposición con el mercado natural donde la permanente competencia obliga a la eficiencia o desaparecer de la escena. Entre otras muchas cosas, en febrero de 2017, 4.000 bomberos vieron expirar sus contratos temporales y el Estado rescató solo a 2.160 lo que resultó insuficiente para esta última catástrofe.
Por su lado, en Portugal el año pasado se inició un fuego en la localidad de Pedrógão Grande. Más de 2.000 efectivos desplazados para las tareas de extinción tardaron más de cuatro días en controlar el 70% de los más de 500 incendios. La destrucción provocó pérdidas estimadas en 1.700 millones de dólares y la Unión Europea aprobó una ayuda de 60 millones que aún no han llegado. Y en 2015, 34 murieron en gigantescos incendios que devastaron 10.000 kilómetros cuadrados desde el sur de Siberia, destruyeron 2.000 casas, se extendieron a Mongolia y continuaron casi hasta la frontera con China.
Muchos incendios comenzaron en tierras estatales con escasa guardia para detección temprana. Además, estos bosques fiscales suelen estar descuidados. Ya decía Santo Tomás que «cada uno es más solícito en la gestión de aquello que le pertenece que en lo que es común… porque se administran más ordenadamente las cosas cuando a cada uno incumben sus propios intereses». Y, como asegura el ingeniero forestal Paulo Freitas, «el bosque limpio y ordenado no arde. El problema está en la gestión».
Pero no solo son incendios, por caso, en el terremoto en Nepal en 2015 hubo más de 5.000 muertos y millones quedaron desprotegidos. El desastre fue mayor por varios motivos como los altos costos, a partir de elevados impuestos, y las regulaciones estatales obstaculizadoras que inducen a que se construyan edificios que no son sismorresistentes. Y, por cierto, la proverbial ineficiencia de la burocracia estatal hace que las catástrofes no se anticipen adecuadamente y que los primeros en llegar sean las ONG, como la Cruz Roja.
Siempre recuerdo que el Ejército de EE UU, concretamente, el Army Corps of Engineers fue el que construyó y mantuvo los canales y murallas que protegían a Nueva Orleans que, a sabiendas, no podían resistir tormentas de la magnitud de Katrina y la ciudad quedó destrozada. Las compañías aseguradoras y reaseguradoras tienen fondos y capacidad suficientes para construir infraestructura de defensa adecuada si los gobiernos lo permitieran.
Las empresas de seguros de todo el mundo pagaron 54.000 millones de dólares en el 2016 por los bienes asegurados y destruidos en catástrofes naturales, según Swiss Re. Pero los daños, ese año en todo el mundo, fueron superiores a los que estaban asegurados: 175.000 millones de dólares, de los cuales 121.000 millones se perdieron por no estar cubiertos por pólizas de seguros.