LEÓN EN VERSO
Multas y crujidos, sociedad limitada
Los últimos fieles que creían que la socialdemocracia se sostenía con salves y padrenuestros, perdieron la fe en la cola de la ventanilla de pago de sanciones de la Jefatura Provincia de Tráfico. Esta vez, ya no se pudo elegir entre susto o muerte; entre palo o zanahoria; estaca, directamente. Insert coin, su recibo, gracias. Dos meses son suficientes para poner la paciencia del contribuyente en estado de ebullición; la estadística se va como la leche, se desparrama al punto de inaugurar una nueva era en el planeta de las multas: hasta Pedro y después de Sánchez. Ay, la emoción de censura. Cómo estará el asunto para que el pretor que re-colocaron al frente de la caja de caudales de área, el equivalente a Óscar López en Paradores pero en la DGT, ya anunció que la cuantía de las multas no iba a subir porque al rico le da igual y al que está mal, le cruje; he aquí un nuevo brote de eufemismo inédito que permite al gestor pasar de perfil del pobre; pobre en el concepto bíblico, pobres bienaventurados, porque verán a Dios mientras el Gobierno entra a saco en la nómina del asalariado. En sesenta días se ha vuelto a 2006 en ese abrir de ojos que hace rememorar el sonido de la tuerca cuando, con otras dos vueltas, toca hueso; de ahí el crujir, tan bien traído a este momento culmen de la recaudación, tributo al zapaterismo precoz, mucho más peligroso que el tardío, cuando el desengaño se apoderó de las almas que se ganan el pan con el sudor de su frente. Como la involución no pilla de sopetón, ya no vale echarle la culpa al guardia, agente de la autoridad. El motivo se encuentra en los hemiciclos, en los legisladores que cambiaron la ley con la tranquilidad de quien sabe que jamás le va a salpicar; uno de los episodios más hilarantes sobre la temática lo esconde el radar que cazó al coche oficial de un presidente de autonomía en vuelo rasante por la A-66, a una velocidad que en otras condiciones merecería una nota de prensa de la delegación de Gobierno del dominio afectado; como el mandatario, sentado entre cristales ahumados, tenía prisa, aludió a razones mayores y al chófer, otro mandado, ni le aplicaron sanción ni le restaron puntos. Para volver a creer, según el slogan que llamaba a las urnas; a ese momento de elegir a los que nos van a crujir.