La política exterior
E n los dos meses largos que lleva Sánchez al frente del Gobierno, se ha hecho patente que, junto a la gobernanza interna, basada en un posibilismo cauto ya que la posición parlamentaria del gobierno no da para grandes audacias, se está poniendo en marcha un proyecto internacional ambicioso, basado en la potenciación de la pertenencia europea. De hecho, en su exposición programática en el Congreso, el pasado 17 de julio, Sánchez ya expresó que «España puede y debe desempeñar un papel más activo» en el campo de la política exterior, una materia al frente de la cual ha situado al más veterano, prestigioso y experimentado de sus ministros, Josep Borrell.
Para conseguir este designio, Sánchez exhibe pleno dominio del inglés y el francés y una soltura personal que facilitan las relaciones, y que resulta estimulantes frente a penosos y patosos precedentes. En unos pocos días, ha visitado el Elíseo y ha recibido a Macron en Madrid, ha mantenido encuentros personales con Tusk, Juncker y May, ha acudido a reuniones multilaterales de la UE y de la Otan, y ha recibido durante un fin de semana a Merkel, con quien son evidentes las complicidades en materias sensibles, la inmigración en primer lugar.
El vector europeo, nada fácil de gestionar en momentos confusos como el actual, discurre por dos carriles sólidos: el ya mencionado de Borrell, quien presidió el Parlamento Europeo y tiene una sólida biografía que le da acceso a todas las cancillerías, y el de Nadia Calviño, altísima funcionaria de Bruselas que avala con su presencia en el gabinete la ortodoxia de Madrid, que se conciliará con las nuevas políticas que Sánchez pretenda implementar. Como es conocido, en la carta que entregó en mano a sus ministros durante el primer consejo, enfatizaba la necesidad de asumir el respeto a la estabilidad económica y presupuestaria derivada de la pertenencia a la Unión Europea y subrayaba que aquel gobierno estaba «dispuesto a recuperar el papel protagonista de España en la UE».
Porque es patente que el proyecto socialista aspira a cambiar la imagen de España, muy deteriorada con la gestión de la crisis económica, el rescate financiero y los escándalos de corrupción que acabaron con la defenestración parlamentaria del presidente del gobierno anterior.
De momento, Sánchez está fraguando en el ámbito comunitario un club de europeísmo avanzado formado nada menos que por Alemania, Francia y Portugal, que está abordando el fenómeno inmigratorio y que con toda probabilidad impulsará en el otoño las reformas agendadas y pendientes en la integración financiera y fiscal.
En septiembre el jefe del Ejecutivo viajará a nueva York, para asistir a la Asamblea General dela ONU, y según fuentes gubernamentales podría aprovechar este viaje para dar un salto a Canadá y entrevistarse con Justin Trudeau. España vuelve, en fin, a tener agenda internacional y a mostrar una cara resolutiva, receptiva y eficaz.