Diario de León
Publicado por
AL DÍA antonio papell
León

Creado:

Actualizado:

L a negativa de Alemania a cumplimentar la euroorden cursada por España contra Puigdemont por un delito de rebelión y otros conexos ha sido endosada intencionadamente al ámbito analítico del Derecho, con lo cual se ha evitado un grave conflicto político entre los dos países. Porque, no nos engañemos, la extradición, y en consecuencia la tramitación de la referida euroorden, es un acto de soberanía, de forma que no existe el automatismo que caracteriza a los asuntos que cursan en el territorio estrictamente judicial.

El aspecto jurídico del caso, de índole técnica, es el que nos ha llevado a la prudencia a los analistas políticos (y también, probablemente, a los propios políticos). Pero cada vez es más clara la impertinencia de la resolución del Tribunal del land alemán de Schleswig-Holstein. Un jurista de la solvencia y de la templanza de Eduardo Torres-Dulce, que fue fiscal general del Estado entre 2011 y 2014 y que goza de amplísimo reconocimiento técnico y moral, ha publicado un incontestable y rotundo artículo titulado ‘Schleswig-Holstein: baile de máscaras’ en que argumenta el desatino cometido por el tribunal regional alemán, que «desbordó la norma europea y la vació de contenido al interpretar los hechos a la luz de la jurisprudencia alemana y no atenerse al relato del juez instructor». En definitiva, lo que según la institución de la euroorden debió hacer el tribunal germano era comparar el delito de sedición del artículo 472 del Código Penal español con el delito de alta traición a la Federación del artículo 81 del Código Penal alemán, aceptando la tipificación que había hecho el juez español de los delitos y sin entrar en el relato fáctico español justificativo de la tipificidad. En otras palabras, el tribunal alemán ‘examinó’ al Tribunal Supremo español como lo haría un tribunal de casación, algo que desvirtúa por completo el espíritu de la euroorden.

El Gobierno alemán pudo hacer más en el aspecto político. La euroorden no sólo es una herramienta para luchar contra la delincuencia común o contra el terrorismo: también debería ser un arma frente al populismo que abomina de las democracias parlamentarias. Con toda claridad, Alemania no lo ha entendido así. Y la euroorden ya no tiene valor político en la UE ni sirve para defender la democracia clásica de sus principales enemigos.

tracking