Diario de León

cuerpo a tierra

Subjetivos y subjuntivos

Publicado por
antonio manilla
León

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No sé muy bien por qué, generalmente se critica la falta de objetividad, que es una virtud secundaria, opuesta a lo primario, que siempre es el yo y se supone que lo tenemos todos. La imparcialidad en el juicio es una conquista que muy pocos son a alcanzar, mientras que tener una opinión, aunque sea acertada, es algo de lo que cualquiera es capaz, llegado el caso. El grupo municipal de Ciudadanos, por poner un ejemplo, las va regalando a bote pronto, una y su contraria, a poco que se les plantee cualquier asunto. Al columnista, todo hay que decirlo, es un peligro que también le acecha, pero tiene la ventaja de esquivarlo mediante la elección de temas que le son próximos. Sánchez Ferlosio, maestro del pensamiento de cercanías y de las frases en pantuflas, calificó en uno de sus «pecios» la falta de objetividad como un «virus». Uno malicia, incluso, que sea pandemia nacional, pero no lo ve tan negativo. El problema de la ciudadanía, sospecho, no es tanto la ausencia de objetividad como la falta de subjetividad.

Defender la subjetividad resulta sencillo porque no existe nada más democrático que el yo, aunque se imponga en sus debates íntimos siempre por unanimidad y no se plantee mociones de censura. Sin embargo, despersonalizar el juicio personal es algo tan innatural que solo lo pueden hacer quienes viven en pos de la verdad: los filósofos y los hombres justos, que siempre han sido unos pocos a los que hoy los llamarían casta en vez de elite.

Los que conformamos la clase de tropa, deberíamos ser profundamente subjetivos y hasta subjuntivos, aunque sólo fuera por darnos ciertos pujos, pero, sin embargo, cada vez me parece que lo somos menos: las ideas que corren por la calle son las mismas que circulan por las redes sociales, apenas hay pensamiento o al menos opinión que se salga del surco tirado por los nuevos medios de masas. Twitter y los late nights piensan por nosotros, existe un temario consuetudinario, corriente y maloliente, repetido hasta el infinito. Salir de ese bucle de tópicos, chistes reciclados y comadreos, requiere un esfuerzo, aunque sea de personalidad, que es cosa íntima, mas no muchos estamos por la labor, a lo que se ve. Porque la falta de objetividad no presupone la tenencia de subjetividad, como la ausencia de blanco no presupone el negro, si hablamos de colores.

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