Cerrar
León

Creado:

Actualizado:

Circula un meme con caricaturas de las tres principales herramientas de Internet a las que les preguntan qué son y contestan dos: navegadores. A la siguiente pregunta sobre qué quieren responden sólo dos: velocidad. Y el Explorer dice entonces: navegadores.

Cuestión de tiempos. Algo de esto ocurre en León en muchas cosas. En demasiadas. Este verano, junto al ‘swish swish’, que bailan los chavales y algún osado en las verbenas, uno de los asuntos más sociales ha sido la bici. A la reciente alerta del Estado del preocupante aumento de la siniestralidad se suma el auténtico boom que se vive en múltiples ciudades, al que se añade la apuesta como recurso turístico, tanto en urbes como en el campo o los pueblos. Lugares como Valencia se han llenado de puntos donde ofrecen su alquiler. Pero también hoy son un elemento clave de movilidad. No sólo es cuestión de ocio. Y genera un lógico problema de convivencia, porque nadie queremos ceder un centímetro al otro, ni abrirle paso. Es una incomodidad el de la silla de ruedas, la del bebé o el que tarda más de lo ‘previsible’ en cruzar la calle con su bastón.

La apuesta por buscarle un espacio a la bici ha sido muy intensa en los últimos años por toda España. Pero aquí apenas se abrió un ciclovía —sólo con ida de sur a norte— en la que el balance de víctimas mortales es de un 1-0 a favor de los coches. El Ayuntamiento, por segunda vez en pocas semanas, ha vuelto a decir ‘navegadores’ para enviar una nota de prensa con un policía y un ciclista explicando sus iniciativas para sancionarlos. Es evidente que es imprescindible un control para las bicis y todos los aparatos con ruedas, y si se usan en lugares inapropiados o a velocidades peligrosas deben llegar las sanciones. Pero ese afán ‘fotografiado’ transmite una criminalización peligrosa hacia un sector creciente de la población por culpa de una minoría. Por enésima vez se destaca que las bicis no tienen cabida en San Marcos. Curioso: tras 15 kilómetros desde Villanueva del Árbol por los ríos todo acaba junto a su puente. Se abre una inmensa isla hasta el carril que lleva desde el otro lado de la plaza hasta Carbajal. Pero hacia Trobajo se abren ahora otros tres kilómetros. En la salida, por cierto, de los peregrinos ciclistas. Y es la entrada a la ciudad por el puente desde todo el oeste. Con tanto espacio no hay sitio para un carril pintado. En unos meses sacarán el balance con las multas. Y alguien dirá ‘navegadores’ aupado al torreón o al coche oficial.