El valle oscuro
T anto Pablo Iglesias como Pedro Sánchez están intentando desbloquear los Presupuestos Generales del Estado y cada vez hablan más por teléfono, lo que les evita tener que dar la cara.
El decreto-ley de exhumación puede esperar porque los que perdieron la vida también perdieron la paciencia y nunca se ponen nerviosos mientras los demás nos preguntamos qué va a ser de nosotros porque al general le trae ya sin cuidado. La «vasta, vaga y necesaria muerte», que dijo Borges, lo encubre todo menos la negociación de los Presupuestos.
Entre las preocupaciones de los que aún vivimos, a algunos que estamos viviendo más de la cuenta, lo que más nos inquieta es que lo desentierren y descubran que el muerto sigue vivo.
La renuncia de Podemos a exigir que se incumpla el déficit marcado por Bruselas nos puede gustar más o menos, pero no es caprichosa.
Como no es caprichoso que los que llegan en pateras, a pocos kilómetros o leguas marinas de donde vivo yo, no son amantes del turismo y no solo huyen del hambre sino del miedo a tenerla mientras hablamos del decreto-ley de exhumación. ¿Por qué los muertos no son evaporables?
La exhumación del llamado generalísimo preocupa más que el paro, que las pensiones y que Cataluña, pero parece que no figura en primer lugar entre las de Pedro Sánchez.
Los nacionalistas, que están más engreídos que nunca, la tienen en primer término, quizá para no ver a los que vienen detrás.
Hay que rescatar a los inmigrantes, que parece que todos han nacido en el mar, que es «ancho y grande», pero no tanto como para que no lo veamos como a un gigantesco sarcófago azul y de siete colores más, que eso depende de las olas. Como nosotros.