LEÓN EN VERSO
Con viento fresco de Escandinavia
E l viento de Vestas moldea la sutileza que distingue el ansia de la angustia, tan lejanas y tan próximas, enfangadas al final en la sinonimia de la congoja; el ansia de los señores consejeros delegados cuando vieron que al acopio del último ejercicio le faltaban dos columnas de billetes; anchas, como el asiento de pirámides egipcias; largos, como rascacielos de Dubai; la angustia de los obreros que ensamblaron doce años las piezas de aerogeneradores en las góndolas al perder el puesto de trabajo porque los límites del ansia de los lobos del consejo de administración son irrefrenables ante una leve oscilación de la cuenta de resultados; ansia es, entonces, eso que nubla la vista porque no es igual 900 millones en 2016 que 750 doce meses después; de ahí la angustia que ya no pueden disimular de la mirada los asalariados mientras caminan en círculos por el polígono de Villadangos; la angustia, que aún se antoja leve para el momento en el que un operario de banca, disfrazado de notificación por vía ejecutiva, les tire de la sisa porque sin nómina irán ya tres meses de descubierto en la cuenta. Visionario, Soren Kierkegaard armó hace ciento ochenta años un ensayo que bien puede aplicarse hoy como manual terapéutico para damnificados por las andanzas de sus paisanos daneses, gente avezada en esta era del negocio feroz. Hay matices irreparables en el tránsito emocional que nos separa del norte; no del norte inmediato, que es Asturias; de ese norte mayestático que baña el Báltico, capaz de franquiciar un estado de bienestar, dado en llamar hygge, que se basa esencialmente en afrontar los retos en calcetines de lana gorda, el moño revuelto y una taza de chocolate caliente con los dedos pringados en mermelada; el secreto de la felicidad escandinava reside en ese aleteo de ansia en Copenhague que origina una tormenta de angustia en los polígonos de quita y pon en León; tanta paz termina por romperse una noche de enero, cuando el ansia toma la estancia de remanso porque al relato de beneficios se le cayeron cien millones de euros; de allí llega el viento fresco de Vestas, que el próximo invierno alentará la inquietud de los trabajadores leoneses que van a vivir con la angustia de no saber si podrán encender la calefacción; por lo del hygge y tal.