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León

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c José Viñas García escribe con el título ‘El secreto mejor guardado es el que no se cuenta a nadie’: «Todos somos dueños de nuestros silencios, pero esclavos de nuestras palabras’, Mahatma Gandhi. Por ello, cuando alguien opina de un artículo determinado, no está prejuzgando a la persona o personas que lo escribieron, menos usando desprecio o descalificaciones personales; tu misma, vosotros mismos y vuestra conciencia sabrán.

La controversia es un ejercicio de respeto y consideración sobre opiniones vertidas en público (si algo no quieres que se sepa, guárdatelo para ti, entonces no tendrás replica y te quedarás con tú propio criterio).

Llevar a terreno personal las controversias escritas demuestra que ‘Nada nos engaña tanto como nuestro propio juicio’, (Leonardo Da Vinci).

Nuestra propia historia no tiene la más mínima importancia si es contada por nosotros mismos. Solo representará un acto de autoestima excesiva o un tratar de justificarse ante los demás de nuestros comportamientos y decisiones. Lo cual, todo cuento personal está sobrado de argumentos ficticios, prejuicios y de justificaciones que nosotros mismos nos fabricamos tratando de mejorar nuestra carta de presentación ante los demás.

El amor en efecto se entrega sin nada a cambio, pero cuando nos vemos en la necesidad de repetirlo y alardearlo ante los demás, es que no estamos a gusto del todo con ese amor desplegado que pertenece a la intimidad personal o familiar. Cada persona es un mundo aparte, la mente es la que es, la podemos moldear y rediseñar, pero, si nos educaron en una forma determinada, es difícil salirse del molde, es imposible comprender los principios esenciales que rigen los valores que todos interpretamos sanos para una convivencia en paz, armonía, sensibilidad y solidaridad.

Cada cual dispone de su vida privada, de su familia, su trabajo y sus relaciones a su antojo, siempre bajo los límites que imponen nuestra legislación y el respeto hacia los demás.

Disimula y resérvate para ti todas tus calamidades, así no darás opción a nadie de opinar sobre tus contradicciones; si lo haces, respeta a quien opina diferente.

Cómo verán, que nosotros mismos tratemos de explicar a los demás nuestro cariño, sentimiento, el amor incondicional por nuestros padres (algo que pertenece a la intimidad familiar) solo espera respuesta en forma de apoyo, sentir que otros actuaron de la misma forma (ya les digo que sí, existen muchos que internan a sus padres en residencias que por mucho que las queramos defender, para nosotros no las quisiéramos. Según están concebidas son cementerios vivientes) cuando no es así y alguien no solo no comprende ese proceder, sino que, difiere enormemente, entonces sacamos a relucir lo que realmente tenemos dentro que no es cosa diferente a prejuicios personales cargados de pesadillas que oprimen nuestra conciencia: Se metieron con nuestra vida, nuestra familia, nuestros sentimientos… ¡No señor!

Ustedes, nosotros, nos colocamos en la palestra para entrar en controversia, sino queremos que nadie opine sobre nuestra vida, dejémosla para nosotros mismos. Si todos nos miráramos al ombligo caeríamos en una tremenda frustración al comprobar que no somos ni la sombra de lo que presumimos.

Yo no soy mejor que nadie, pero si dueño de mis intimidades personales y familiares. De lo que cuento, soy esclavo y si alguien me hace réplica con educación y respeto, en vez de sentirme dañado, estaré halagado. Un saludo».