EDITORIAL | Destrucción sin sentido del patrimonio
El valle de Arbas ha vivido una historia difundida ahora que viene a escribir un capítulo más en la larga lista de despropósitos que en esta provincia se han cometido con el patrimonio histórico. Se trata del yacimiento rupestre de Pendilla, un valioso conjunto de petroglifos documentados en los años 70 y que desaparecieron casi antes de poder ser dados a conocer por la imprudente construcción de una pista ganadera. Sólo quedan ya las imágenes que demuestran que los grabados existieron y un puñado de rocas cuya ubicación, lógicamente, permanecerá escondida tempora temporum no vaya a ser que alguien esté dispuesto a terminar la faena. Aún nos queda pendiente aprender la lección de saber valorar y respetar nuestro legado histórico, especialmente en una provincia en la que todavía hay mucho por descubrir. La fechoría ya es grave si es cometida por un ciudadano de a pie, pero más lo es si quien está detrás del destrozo es una administración pública y, aunque estemos hablando de algo sucedido hace tiempo, no sobra estar alerta para que el disparate no vuelva a ocurrir.