Hulot y la Bardot
N icolás Hulot, el ministro para la transición ecológica del gobierno de Emanuel Macron, se ha ido del gabinete dando un portazo y sin avisar a los catorces meses de su nombramiento. A su jefe le ha dejado más colgado que un jamón y a la opinión pública sospechando que su héroe medioambiental ha preferido perder el poder antes que la dignidad verde. Hulot para los franceses era como para nosotros Rodríguez de la Fuente en sus tiempos. Salvando las distancias. Durante veinticinco años al frente de un programa de televisión llamado ‘Usuahia’ —como el mítico puerto antesala de la Antártida— alertó al gran público sobre el deterioro de los océanos, los corales, la sobrepesca. También enseñó los tesoros de la tierra salvaje a una audiencia que aprisionada en el asfalto estaba ávida de volver la vista a la naturaleza aunque fuera solo cincuenta minutos semanales desde el salón de su apartamento. Chirac, Sarkozy, Hollande... le ofrecieron ministerios y cargos con tal de asociar su imagen no contaminada a sus gobiernos de derechas o izquierdas. Pero Hulot, adorado y a la vez secuestrado por su imagen de independiente, libre y látigo del poder, siempre rechazó las mieles de la política. Finalmente, cumplidos los sesenta, satisfecha su autoestima eco y con un presidente outsider como Macron, Hulot rindió la ciudadela y aceptó el ministerio de transición ecológica.
El proyecto centrista ‘En Marcha’ pareció seducir a la inasequible estrella mediática aunque él sabía que sus fans le pasarían factura por ‘venderse’ al poder y Macron arriesgaba metiendo en el consejo de ministros a un divo de la utopía verde. El problema de fichar estrellas mediáticas es que al final ellos se deben a su público y a su imagen. En televisión puedes resolver en una hora todos los problemas de la contaminación, de la energía nuclear, del CO2, del calentamiento climático, de la sobre-caza y la sobre-pesca. Puedes dramatizar el deshielo, las ballenas, los corales, los pesticidas. Es gratis y quedas como un paladín del medio ambiente. Con todo, el señor Hulot había tenido suficientes argumentos para justificar su sublevación al Gobierno. Dio la razón a los ‘eco-hippies’ que impedían la construcción de un aeropuerto cerca de Nantes. Logró acabar con un peligroso pesticida con la oposición de todos los agricultores franceses. Impuso el 20% de comida Bio en los comedores escolares; bajada del IVA para reciclados, neutralizar el CO2 para 2050 y reducir a la mitad la energía nuclear en 2025.
Pero este verano otra diva ecologista, Brigitte Bardot, le envió una carta letal calificándole de miedoso, indeciso, «un tipo que no sirve para nada» a propósito de su falta de contundencia con los cazadores franceses que forman un poderoso lobbie. Le pueden atacar los empresarios nucleares, los políticos adversarios o los cazadores de focas. Pero el desdén de este icono nacional, no lo ha podido resistir.