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EL CORRO PEDRO VICENTE
León

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H ace meses, antes de que nada hiciera sospechar que el gobierno Rajoy saltaría abruptamente por los aires, advertimos aquí sobre la vorágine que rodeaba a la política española, instalada en una creciente incertidumbre y volatilidad que nos situaba al borde de una italianización. Y contra todo pronóstico, triunfaba poco después la moción de censura presentada por Pedro Sánchez, quien asumía sin pensárselo la formación de un gobierno monocolor sin otro respaldo garantizado que el de los 84 diputados socialistas.

Sánchez entró con buen pie al sorprender a propios y extraños con un equipo ministerial mayoritariamente femenino bien valorado por la opinión pública, como se constató en la primera y única encuesta realizada hasta ahora por el CIS. Pero después de esos primeros días de vino y rosas en los que se inscribió la acogida de los migrantes del barco Aquarius, al nuevo gobierno se le han ido acumulando frentes que han puesto de relieve su extremada debilidad parlamentaria. Muy pronto quedaba claro que la amalgama política que derribó a Rajoy era de una heterogeneidad política muy difícil de proporcionar una mínima estabilidad gubernamental. De ahí el obligado recurso a los decretos-ley para ir parcheando una situación deteriorada asimismo por los bandazos del propio Sánchez y alguna que otra flagrante metedura de pata de los suyos.

Todo lo anterior sin olvidar el gran escollo de la política española, que no es otro que el desafío soberanista catalán, que, lejos de desinflamarse, está llamado a una creciente escalada de aquí a la celebración de los juicios contra los políticos independentistas en prisión. Un horizonte peliagudo, con Ciudadanos y PP instando ya a la nueva aplicación del 155, medida que Sánchez no tendría más remedio que adoptar si las instituciones catalanas vuelven a echarse al monte.

Ni que decir tiene que todos, gobierno y oposición, actúan en clave descaradamente electoralista, tratando de imponer la agenda que mas les conviene y sin privarse de populistas gestos de cara a su respectiva clientela. Sánchez intentar pactar con Podemos unos nuevos Presupuestos con guiños a la izquierda, pero si la tentativa fracasa tampoco renuncia a seguir gobernando prorrogando los actuales del PP. Y por la derecha, la guerra sin cuartel contra el gobierno ha convertido a Pablo Casado y Albert Rivera en personajes prácticamente intercambiables.

En definitiva, estamos ante un pandemónium en el que no es tarea fácil distinguir las voces de los ecos. Tal vez, porque como afirma Victor Manuel en su canción Digo España , puede que ya ‘casi nada esté en su sitio’.