EDITORIAL | Que Vestas no se convierta en otra azucarera
El Gobierno ha sido incapaz de mantener la planta de Vestas y habla ahora de buscar «alternativas industriales» para la comarca —de la mano de la empresa, dicen— en un compromiso que recuerda aquel esgrimido en 1998, cuando se anunció el cierre de la planta azucarera de Veguellina de Órbigo y que jamás se cumplió. La economía leonesa se enfrenta a un varapalo cuyas consecuencias aún no son estimables, porque la marcha de la multinacional eólica del polígono de Villadangos del Páramo arrastrará a 2.000 familias y porque llega en pleno proceso de desmantelamiento del mayor activo de la provincia, el carbón, sin que tampoco para sus cuencas se hayan perfilado alternativas viables de generación de empleo.
Es paradójico que el mismo Gobierno socialista que tiene entre sus objetivos prioritarios cerrar las centrales térmicas y las explotaciones mineras que tanto contaminan, no sea capaz de retener a uno de los grandes fabricantes del negocio eólico, que es su gran apuesta para sostener el sistema energético nacional. La gestión del Ejecutivo de Pedro Sánchez de esta crisis ha sido un fracaso sin paliativos. Y que en el mismo comunicado en el que se habla de «alternativas» a la planta leonesa se exhiba el mantenimiento de las factorías de Viveiro y Daimiel es impúdico como también lo es que el ecológico ministerio de Teresa Ribera atribuya la marcha de Vestas a la apuesta del anterior gobierno por el carbón.
Quizá no se podía sacar más de las promesas de última hora, pero que nadie se rasgue las vestiduras ni se busque sacar rédito a costa de la desgracia. Toca arrimar el hombro para que este fiasco no sea otra azucarera.