La verdad y otras dudas
L os historiadores, fieles a su misión de dar fe del pasado, nos avisan de que el Gobierno está poniendo en juego su futuro, que es el nuestro, mientras la especulación y las subidas de las rentas siguen castigando a los inquilinos. ¿Qué puede hacer la llamada ‘comisión de la verdad’ sabiendo que ella yace en un pozo y que hay que mojarse el culo para rescatarla? Seguimos dándole vueltas a la atroz guerra civil, pero sobre todo a sus consecuencias, que siempre duran un siglo, sin contar con la propina. Inés Arrimadas, que es la portavoz nacional de Ciudadanos y la jefa de la oposición en Cataluña, también ha salido a quitar lazos amarillos, pero otros vuelven a ponerlos porque es tristemente cierto que Cataluña está rota y que muchos catalanes no desean recomponerla, ahora que se cumplen los cuarenta años de la Constitución y recordamos que los cuarenta años es la edad de las madres maduras y de las jóvenes hermosas.
Los recelos nacionalistas se han convertido en una verdadera subversión, gracias a los esfuerzos de Quim Torra y de Puigdemont, que es su mando a distancia. Para romper la baraja, primero hay que arrebatársela a los tahures, que no están dispuestos a soltarla. El sueño del acceso universal a la Sanidad ha tenido un mal despertar, pero lo que más nos inquieta es el alojamiento de los huesos del general, que ocupan poco sitio pero llenan todas las conversaciones. El gran problema sigue siendo el hospedaje. El bulto es pequeño, pero el hueco es grande y hay que rellenarlo aunque sea de más granito. Es la única solución, pero ciertamente no soluciona nada. Simplemente lo aplaza todo. De un día para otro y nos quedan muchos.